OPINIÓN

La fusión entre CaixaBank y Bankia, y su catalanidad

La operación debería representar el inicio de una manera de entender la catalanidad, distinta a la de los últimos tiempos

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Jordi Alberich

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El proyecto de fusión entre Caixabank y Bankia ha generado una corriente de optimismo especialmente de agradecer ante un otoño que se nos aparece como muy oscuro para todos y, también, para el negocio bancario, golpeado por los bajísimos tipos de interés, la coyuntura económica, los retos de la digitalización, o la competencia de nuevos actores financieros. Un conjunto de circunstancias que fuerza a los bancos a adquirir dimensión y reducir costes.

Entre las razones que animan esta lectura positiva destaca, de una parte, la implantación territorial bastante complementaria, que castigará al empleo de manera menos dramática que si la operación se diera entre bancos con una mayor coincidencia geográfica. A su vez, el núcleo duro de la entidad resultante lo conformará la actual Caixabank, dada su mayor dimensión y rentabilidad, con lo que podrán ahorrarse los costes de aquellas fusiones entre iguales, en las cuales nadie acaba liderando el proyecto común.

De otra parte, el banco resultante adquiere una dimensión que le consolida en el mercado, alejando la opción de ser 'opado', un riesgo agravado por la dinámica bajista de la bolsa. Asimismo, su mayor dimensión y solidez le permitirá, en su caso, implantarse en otros países de un mercado financiero único europeo que, aunque lejano, acabará por llegar.

Y, más allá del estricto negocio bancario, el acuerdo consolida a Fundació La Caixa, cuyos ingresos provienen de sus participaciones empresariales. Así, el 30% del nuevo banco le dotará de una mayor consistencia que su actual 40% de Caixabank. La Fundació, con un presupuesto que supera los 500 millones de euros, se sitúa entre las tres mayores del mundo, y su aportación resulta fundamental para nuestro entramado social y cultural, especialmente en tiempos tan aciagos.

Han tardado poco en emerger críticas por la supuesta pérdida de catalanidad del nuevo banco. A los críticos, les enoja una fusión entre una entidad catalana y una madrileña, domiciliadas ambas en Valencia, y presidida la resultante por un vasco. Lo que para algunos, entre quienes me cuento, constituye un atractivo añadido, para otros resulta motivo de indignación. Posiciones antagónicas sustentadas en concepciones muy distintas de lo que se considera catalanidad.

El proyecto de nuevo banco responde a los tiempos, y constituye un ejemplo de catalanidad ambiciosa liderada por Fundació la Caixa, que podrá controlar una entidad de mayor dimensión y proyección, con una participación accionarial suficiente, con arraigo en toda España, y con unos servicios centrales mayormente ubicados en Barcelona. La fusión debería representar el inicio de una manera de entender la catalanidad, distinta a la de los últimos tiempos. Nada nuevo, pues se trata de recuperar la personalidad que nos hizo la primera comunidad española y una de las más reconocidas en Europa. Una catalanidad a la que renunció la política catalana con el beneplácito, por cierto, de parte del poder económico. Así nos ha ido.

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