Casado no podrá escabullirse

La Operación Kitchen es un escándalo que corroe los pilares mismos de la democracia

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Rosa Paz

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Cuando el presidente del PP, Pablo Casado, dice “yo entonces era solo un diputado por Ávila”, lo hace para zafarse de cualquier responsabilidad política sobre la Operación Kitchen, esa que se organizó en el Ministerio del Interior para espiar al extesorero del PP Luis Bárcenas y robarle cualquier documentación que poseyera sobre la caja B del partido, hurtándosela así a la Justicia. Una operación para la que, según el juez Manuel García-Castellón, “responsables” de la Administración superior del Estado habrían montado “un operativo parapolicial”, pagado con fondos reservados.

La Fiscalía Anticorrupción señala que esos altos responsables serían, entre otros, el entonces ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, y la también entonces secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, para los que pide la imputación. El número dos de Fernández Díaz, Francisco Martínez, que ya está imputado en la causa y se siente abandonado a su suerte judicial por el PP, tira incluso más arriba y apunta al propio Mariano Rajoy, que en aquel momento era presidente del Gobierno.

Acoso al independentismo y a Podemos

El “operativo parapolicial”, por utilizar las palabras del magistrado, era lo que se conocía como policía patriótica, a la que estaba vinculado el comisario Villarejo, y que fue utilizado también para urdir informes, muchos de ellos falsos, dirigidos a desprestigiar a dirigentes independentistas vinculados al procés y contra los líderes de Podemos.

Sería pues un caso claro de utilización ilegal de las fuerzas de seguridad del Estado para  intereses puramente partidistas como son atacar a contrincantes políticos y también en pro de su propia salvaguarda, es decir, en este caso para evitar que pruebas de la financiación irregular del PP llegaran a manos de los jueces de la Audiencia Nacional que la investigaban. Un escándalo que corroe los pilares mismos de la democracia, porque tan importante para la salud democrática es la transparencia en el quehacer político de los partidos y de todas las instituciones públicas como que las cloacas del Estado, aunque parezca contradictorio, no suelten un nauseabundo olor a podrido. Menos aún si esa pestilencia está suscitada desde la jefatura política.

No va a ser, por tanto, tan sencillo para Casado escabullirse de un asunto que él sitúa en “tiempos muy pasados”, pero que afecta directamente a su partido y a personalidades que han estado en primerísima línea política hasta hace nada. Algunos incluso apoyándole en su elección como líder popular. Tendrá todavía más difícil librarse de la sombra de la financiación ilegal y de los manejos en Interior si se constituye una comisión para investigar la Operación Kitchen en el Congreso de los Diputados. Con todo, lo peor no será cómo salen el presidente del PP y su partido de esta, lo peor será que un caso de esta gravedad se diluya en medio de la habitual bronca parlamentaria, sin que de él se deriven responsabilidades políticas ni sirva para analizar en profundidad qué pasó y cómo pudo ocurrir, ni para limpiar de una vez las fétidas alcantarillas. 

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