DOS MIRADAS

'Quadraginta'

Catorce días de cuarentena no es una plaga ni un castigo, pero implica una desazón mantenida y persistente

La policía custodia un edificio en cuarentena por el coronavirus, en Santander, a finales de junio

La policía custodia un edificio en cuarentena por el coronavirus, en Santander, a finales de junio / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Aprendimos que 'cuarentena', la palabra, venía de la Venecia de la peste negra y, más allá, del latín, y que quería decir 40, claro, una eternidad que quizá no lo era tanto en la edad media, o que quizá todavía lo era más. El cálculo del tiempo interior es una ciencia inexacta. Cuarenta también nos empuja hacia las crónicas bíblicas: 40 días en el desierto o de abstinencia cuaresmal. No eran unos referentes muy amables, aunque las "cuatro veces 10" se convirtieron en dos veces siete, que también es una cifra bastante bíblica. Catorce días de cuarentena, pues, que no es una plaga ni un castigo, pero que implica una desazón mantenida y persistente, y unas evidentes dificultades logísticas.

En Alemania parece que están pensando pasar de los 14 a los 5, porque los expertos dicen que la posibilidad de contagio se desvanece al cabo de cinco días, y Fernando Simón habla de 10, porque resulta que, según él, la carga viral se desvanece en este tiempo. La losa que implica pensar en dos semanas de rígido claustro podría convertirse ahora un inconveniente mucho más soportable. Y también una fórmula para que estos paros íntimos no estropeen más la vida de cada día.