Desde Horta

Un verano sin bis

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Nando Cruz

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Fue hace seis años. Tras pasar buena parte del verano de 2014 concentrado y confinado escribiendo un libro sobre la música indie en España, la segunda semana de septiembre ya no me llegaba sangre al cerebro y me sacaron a la calle a comprar sandía o suavizante. Llevaba meses sin ver un concierto y el cosquilleo de una música lejana me obnubiló por completo. Anduve hipnotizado hasta el Parc de les Rieres d’Horta. Era media tarde. El sol respetaba. Las parejas sonreían y solo se soltaban de la mano para aplaudir al grupo. Aquellas canciones me era tremendamente familiar y, al mismo tiempo, absolutamente ajenas.

Eran habaneras.

Cualquier tipo de música puede cazarte desprevenido y darte un merecido respiro. Cualquier canción podrá aliviarte un mal día. Y esa es una de las bazas de la fiesta mayor: sembrar música por calles y plazas para activar al vecino fiestero y arrancar una sonrisa al nublado. En Horta tenía que celebrarse esta semana y su ausencia se nota en el ambiente porque cada año llega como un respiro providencial justo cuando empezamos a asumir lo inevitable: la vuelta a la rutina. La fiesta mayor de Horta es el último bis de las vacaciones.

Ya, este año vacaciones y rutina no significan lo mismo que en 2019 o en 1919.  Pero fiesta mayor, sí. Porque fiesta mayor virtual es el peor invento del siglo XXI después del cigarrillo electrónico.

Total, que estos días andamos por el barrio como almas en pena. Cruzamos la plaza Eivissa y recordamos la maratón rumbera del año pasado. Avistamos los Lluïsos d’Horta y evocamos aquel anochecer de bocata y clara con el jazz de los Hot Cats de Oriol Romaní. Y al pasar por la plaza de Santes Creus y nos viene a la memoria aquel medley de canciones italianas que se marcó la Banda Simfònica de Roquetes. Tal vez por ello, y asumiendo que este septiembre no hay fiesta mayor, varios músicos se están citando los domingos en la maltrecha Font d’en Fargues para ensayar y conversar al aire libre, para devolver la música a las calles y, ya puestos, revivir este emblemático rincón que antaño fue un orgullo y fuente de salud para los vecinos de Horta y que, tras décadas de abandono, sigue esperando unas obras de rehabilitación.