Despotricar del presente

Lo de ahora no vale nada

Lo dicen reputados arquitectos, artistas, escritores, músicos, que rebasan la edad provecta. Es un clásico, todo tiempo pasado fue mejor, pero durante estos últimos meses han enfatizado su pesimismo

Personas con mascarillas pasean por la Avenida de los Campos Elíseos en París

Personas con mascarillas pasean por la Avenida de los Campos Elíseos en París / periodico

Juli Capella

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es curioso constatar cómo algunas viejas glorias aprovechan el altavoz de una entrevista para despotricar del presente. O incluso escriben una autobiografía para explicar lo mal que está todo ahora. Han entrado en el ocaso de su carrera profesional y se tornan agrios. No encuentran nada bien: ahora todo es feo, burdo, mediocre, peor. Lo dicen reputados arquitectos, artistas, escritores, músicos, que rebasan la edad provecta. Es un clásico, todo tiempo pasado fue mejor, pero durante estos últimos meses han enfatizado su pesimismo. Como si la pandemia hubiese desatado su tono apocalíptico. Mi época sí que valió la pena. Lo que hicimos mi generación sí tuvo valor. Ahora nadie vale nada.

Y sabe mal, porque algunos son –fueron– realmente grandes y dignos de admiración. Ellos, que precisamente de jóvenes criticaban a las viejas glorias, esgrimiendo que no se enteraban de nada. Ellos, que denunciaban que cuando uno se hace mayor se pierde la curiosidad. Pero ahora, en el ocaso de su vida, un mecanismo les impulsa, a pesar de esta conciencia, a gastar su energía en despotricar y refugiarse en su época dorada. Alguno reacciona así porque se siente ninguneado. Los jóvenes no solo no les rinden pleitesía, sino que los critican. O aún peor, los ignoran.

Ciertamente es triste ver cómo nadie se acuerda de grandes creadores que en su día acaparaban la atención. Y a menudo la monopolizaban. Otros reaccionan contra el presente porque no lo entienden, o se sienten sin fuerza para buscar lo positivo. Y siempre llevan algo de razón en algún aspecto, desde luego la situación no es halagüeña. Pero ¿no son ellos, su generación, la que debía haber conseguido un mejor estatus en el presente? “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”, escribió Neruda. Su sabiduría, su ya innecesaria ambición, podría servir para apoyar lo que mejor consideren entre los nuevos valores. Ahí serían maestros útiles y harían menos el ridículo. Pero el ego es insaciable hasta la tumba. Y quieren que conste por escrito.