Las legislaturas española y catalana
¿Quién teme a las elecciones?
El miedo a las urnas aumenta a medida que los políticos se distancian de sus votantes
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
A medida que se distancian de sus votantes, los políticos van teniendo más miedo a unas urnas que tanto pueden dejarlo todo igual como producir giros y sorpresas inesperados. Pedro Sánchez salió escaldado de la repetición de unos comicios forzados por él de manera innecesaria. Parece que ha aprendido la lección y, contra las apariencias provocadas por su equilibrismo, nunca pierde de vista la propia estabilidad. El objetivo, que no es difícil de conseguir, es aprobar los Presupuestos y llegar al final de la legislatura. Descolocado por el fracaso del radicalismo, Pablo Casado aún sueña con un nuevo e inútil asalto al poder mientras se ve obligado a sostener a Sánchez por el triple constreñimiento que marcan una Europa que no admite bromas, la victoria de Feijóo en Galicia y sobre todo que Inés Arrimadas haya abandonado el barco de la derecha. Casado dice que nadie le presiona. No es necesario. Entre tantos miedos como le asaltan, predomina el pánico a unas elecciones que volvería a perder y podrían certificar que su paso por la política ha sido efímero.
Con Cs tan bien dispuesto, Pablo Iglesias en fuera de juego y un Casado preocupado porque los suyos no lo echen antes de tiempo, Pedro Sánchez dispone de un buen margen para proseguir la subasta a la baja entre los que le apoyan. ¿Quién pide menos a cambio de su contribución a la unidad? El dilema Presupuestos o elecciones se acaba en Presupuestos o Presupuestos, aunque no sabremos hasta el final cuáles entre los llamados a aprobarlos serán finalmente los elegidos.
Inevitables en Catalunya
Cambio de escenario. Si en Madrid ya ni la derecha más recalcitrante huele a elecciones anticipadas, en nuestra querida y degradada autonomía se han vuelto inevitables. No por voluntad de quien en principio tiene la prerrogativa de convocarlas sino precisamente y previsiblemente porque dicha facultad le será anulada con todas las inherentes al cargo de presidente debido al glorioso amago de las pancartas, protomuestra de "confrontación inteligente". Si la sentencia fuera la contraria de la que todo el mundo espera, Quim Torra alargaría la legislatura tanto como le ordenasen. No porque tenga un proyecto político en la cabeza, y menos aún un calendario para aplicar medida alguna, sino porque su jefe todavía no ha perdido el miedo que le produce la posibilidad de no ganar de nuevo, aunque sea por la mínima.
Puigdemont y su estado mayor temen que su proyecto transformador de largo y radical alcance se rompa como el cántaro de la lechera por el pequeño tropiezo de unas décimas. La estrategia dicha de la "confrontación inteligente" pasa por disponer de la capacidad de arrastrar al resto, a los que bajo el disfraz de pragmáticos esconden un servilismo traidor, hacia una firmeza que debe trocar la derrota del 2017 en victoria final más o menos inminente. Según ellos, si los del ‘morro fort’ pasan de hegemónicos a subalternos, y puede ir de poco, el irreversible final de la nación está garantizado.
Hemos entrado en el nuevo curso político con una avalancha de noticias políticas que ha sepultado a nivel informativo la relación entre política y pandemia, como si fueran dos ríos paralelos que no mezclan sus aguas. Imagen del todo falsa pero que ningún político tiene el menor interés en denunciar. Pase lo que pase con los rebrotes, sufran tanto como sufran los de siempre, y más que nunca, los efectos de la recesión, la política, impertérrita, sigue su curso con total imperturbabilidad, sin pretensiones de pedir responsabilidades desde la oposición, ni rendir cuentas, pedir disculpas y rectificar en público los que han cometido graves errores. Las agendas de los políticos y las de sus votantes solo entran en contacto en la dimensión de los posicionamientos generales, emocionales, ideológicos, abstractos, no en sus inexistentes traducciones en programas concretos. No es de extrañar que tengan miedo de las urnas.
Una nueva legislatura similar
Por esta causa y razón, a pesar del revuelo incesante y tal vez creciente, ya es posible anticipar que la próxima legislatura catalana será, en el no más inverosímil ni tampoco el mejor de los casos, similar a la que se encamina al ocaso con tanta parsimonia interesada. Puigdemont maniobra de manera burda y cree que necesita tiempo para consolidar un proyecto que la traca final de la despedida de Torra relanzará para marcar sin duda la pauta del camino de la "confrontación inteligente". Tiempo, en el peor de los casos, para continuar insistiendo una temporada en la confrontación de boquilla mientras se descuida la imprescindible, aunque limitada, obra de gobierno.
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