Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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La vuelta al aula

Hay escolares víctimas de 'bullying' y de violencia machista que temen el inicio del curso

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zentauroepp53690706 una alumna camina por un pasillo del colegio alameda de osun200903112343 / JESÚS HELLIN / EFE

El 14 de noviembre del 2007, Svetlana Orlova acudió, engañada, a un programa de televisión. Le habían dicho que le esperaba un mensaje de su familia. Svetlana llevaba tiempo sin verles y no tenía posibilidad de hacerlo, porque su exnovio se había llevado todo su dinero. 

Ella fue al programa ilusionada, pensando que quizá la productora habría traído a su madre desde Rusia. Y se encontró con Ricardo. Delante de toda España, él le pidió matrimonio. Llorando sin parar. Svetlana tuvo que estar a su lado dos largas horas.

El público se puso a favor de Ricardo, pero Svetlana le dijo que no. Ricardo reconoció que era muy celoso y que seguía a Svetlana por la calle. Incluso habiendo admitido esto, incluso con una orden de alejamiento impuesta, incluso sabiendo que Ricardo tenía una condena en firme por maltrato, nadie pensó en proteger a Svetlana.

No era la primera vez que el programa engañaba a una mujer que, con el cebo de la sorpresa, se topaba en plató con un ex violento

No era la primera vez que el programa engañaba a una mujer con el cebo de la sorpresa y la invitada se encontraba con que la sorpresa era su ex violento. O un acosador.  

Otra chica, engañada como tantos otros antes que ella, se encontró que sus supuestos amigos explicaban, entre risas, ante tres millones de espectadores, que ella era muy fea, pero que tenía éxito con los chicos porque era facilona. Y que le daban un ultimátum: o cambiaba de aspecto y se maquillaba o no salían más con ella. Ella acabó llorando. 

María del Mar, la afectada, ha conseguido que el vídeo se retirara de YouTube. Años le ha costado, y un buen abogado.

Cinco días después de su aparición en televisión, Ricardo degollaba a Svetlana en su propio portal. Dijo que se había sentido muy humillado porque Svetlana le puso en ridículo delante de toda España. La productora nunca tuvo que asumir responsabilidades o indemnizar a la familia.

Victoria, acosada en la escuela, encontró un salvavidas en su hogar gracias a la covid-19: comía, dormía y estudiaba mejor

Hace poco, en la radio, el padre de una niña acosada en un colegio de Madrid contaba cómo, cuando los padres fueron a quejarse a la profesora, a esta no se le ocurrió cosa mejor que organizar una «asamblea». Los acosadores escribieron una carta y la leyeron en alto. Iban enumerando insultos y vejaciones a la chica: tonta, mandona, creída, hueles mal. De nuevo, acoso legitimado.  

Victoria, la niña, cuenta que encontró un salvavidas en su hogar gracias a la covid-19: comía, dormía y estudiaba mejor. Teme la vuelta al aula.

Ricardo tenía controlada a Svetlana mediante un sistema de localización en el móvil. La Guardia Civil ha alertado de un repunte de violencia de género entre adolescentes. Advierte de que es habitual que las parejas utilicen ese tipo de programa para controlar, y que las relaciones se rigen por los mismos parámetros de lo que Ricardo (y el programa) entendía como amor: control, dominación y sumisión.

Paula también tiene un rastreador en el móvil. No se atreve a dejar al novio que se lo ha instalado porque él le ha hecho fotos íntimas, y amenaza con hacerlas correr. Tampoco quiere volver a clase.

Paula y Victoria tienen certificado médico, bajas por ansiedad. Pero ninguna de las dos está enferma. Es la sociedad la que lo está. 

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