Al rescate de la comedia
Una de las cosas que más celebro de la nueva (y extraña) temporada de festivales es la aparición de 'Un efecto óptico', lo nuevo de Juan Cavestany
Desirée de Fez
Periodista y crítica de cine.
Desirée de Fez
Seguro que mucha gente no estará de acuerdo, pero para mí la comedia no está en su mejor momento. Me refiero a la comedia cinematográfica y más pura, a la menos destilada o cruzada con otros géneros. No entro en las series, aunque tampoco creo que esté la cosa para tirar cohetes. Ni en un formato televisivo como el late night, por razones obvias y más que comprensibles secuestrado por la política (y no siempre enfocada desde el humor). Ni en los podcasts. Ni en el stand-up, el terreno que nos está dando más alegrías últimamente. Hablo solo de películas, al margen de quienes y de cómo las produzcan. Y no me refiero al presente inmediato, momento en el que la realidad ha sacudido la producción (no solo de comedias) y todavía no está muy claro a través de qué género exorcizarán el presente los cineastas, sino de los últimos años. Hay alguna excepción aislada y los buenos siguen haciendo cosas (Judd Apatow, Evan Goldberg, Seth Rogen o Andy Samberg), aunque pocos estén dando lo mejor de sus carreras. Pero ni hay demasiados hits ni estamos ante una estampida de voces nuevas a las que seguir la pista.
Por esa razón, una de las cosas que más celebro de la nueva (y extraña) temporada de festivales es la aparición de 'Un efecto óptico', lo nuevo de Juan Cavestany, en la programación de los festivales de San Sebastián (Zabaltegi-Tabakalera) y Sitges (Noves Visions). Que exista esa película es una alegría. No solo porque Cavestany ('Dispongo de barcos', 'Gente en sitios') sea un extraordinario director de comedia, sino porque su forma de acercarse a ese género no podría estar más en las antípodas de la comedia rutinaria, intercambiable y fútil que se nos está quedando (al margen de lo eficaz que sea). Aquí tampoco nos libramos de esa comedia intercambiable… no solo no nos libramos, sino que la abrazamos como si no hubiera un mañana. Por eso hay que celebrar la existencia de una nueva comedia (esta vez cruzada con el elemento fantástico) de un cineasta que se acerca al humor de una forma extraordinariamente personal, que va por libre, que no teme al ensayo y error y que, por encima de todo, es graciosísimo. Yo no me la perdería.
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