DESDE LES CORTS
El verde
Cuando la urgencia del momento nos obliga a pensar solo en lo tangible, en hacer algo, nos hacen más falta que nunca los espacios en los que perder el tiempo
La pandemia nos ha obligado a redescubrir los domingos en el barrio. Caminar hacia la Diagonal y meterse en alguno de los parques -más bien pequeños- para volver a sentarse, como nos tocaba hacer cuando íbamos al colegio, a dibujar mal las estatuas de ciervos y jabalís, o echar a correr sin prisa antes de que vuelvan los tubos de escape a la avenida. Confinarnos nos obligó a mirar de cerca, tanto física como mentalmente, y esta nueva ampliación de horizontes resulta tan incierta como este otoño. Pero que las temperaturas hayan bajado nos ha devuelto a los placeres analógicos, que permiten observar el barrio con más calma.
Dibujar y correr son dos de estos placeres, aunque uno los haga tan pobremente como yo. La disciplina de desenfundar los lápices para enfrentarse una vez más a la antipática perspectiva del Palau Reial o de calzarse las zapatillas y trotar cruzando por Travessera de Les Corts la entrada de la Maternitat, creyéndome una Gebrselassie mientras voy al trote cochinero, son una reapropiación de los espacios y, para mí, de una vida que el covid ha puesto patas arriba. Ni dibujar ni correr tienen ninguna utilidad práctica, aunque me decía una amiga psicóloga que habernos tirado encerrados tantos meses mirando pantallas tendrá por desgracia consecuencias en nuestras habilidades cognitivas, y que es bueno cambiar esa dinámica.
Los vecinos de Les Corts parecen haberlo intuido, y estos días, aunque sea por necesidad, llenan los parques y zonas verdes. Tan solo viven. Juegan en familia, toman el sol, juegan a fútbol o se dedican a otros pasatiempos similarmente inútiles y poco estimulantes para la economía. Están, simplemente, sin consumir ni producir. En el recientemente aparecido ensayo 'La utilidad de lo inútil', de Nuccio Ordine, que estoy leyendo también de parque en parque, se aborda esta paradoja que veo los domingos. Cuando la urgencia del momento nos obliga a pensar solo en lo tangible, en hacer algo, nos hacen más falta que nunca los espacios en los que perder el tiempo. Esta reconquista del verde urbano, de nuestra intimidad con la ciudad, es tan inútil como urgente y necesaria, y espero que dure mucho más que el virus.
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