DOS MIRADAS

Romper el carnet

Es un anacronismo, porque ya no son de cartón, pero todavía funciona como sinónimo de desapego, como poderosa imagen de las relaciones truncadas

David Bonvehí y Carles Puigdemont, en un acto del PDECat, partido que el 'expresident' ha abandonado, en Bruselas en el 2019

David Bonvehí y Carles Puigdemont, en un acto del PDECat, partido que el 'expresident' ha abandonado, en Bruselas en el 2019 / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Romper un carnet es un acto muy expresivo que debe proceder del tiempo en que los carnets eran de papel, con un espesor más elevado que el de un folio normal, unos 80 gramos, y notablemente inferior al de un cartón grueso, unos 350 gramos. A estas alturas, excepto si se trata del carnet de un videoclub o de la tarjeta donde se apuntan las consumiciones habituales en un bar para futuros descuentos (si es que ambas cosas aún existen), ya no hay documentos de consistencia tan débil. Todo es plastificado o magnetizado o, directamente, se aloja en una nube de difícil acceso real o figura en una discreta y burocrática base de datos.

Es decir, romper el carnet es un anacronismo, pero todavía funciona como sinónimo de desapego, como poderosa imagen de las relaciones truncadas, como explosión gestual de la rabia contenida. Estos días se han roto muchos carnets, políticos y deportivos. Ha habido mucha quebradiza. Ahora bien, hay dos tipos de desgarro. Hay quien lo destroza con entusiasmo pasional, sin alternativas, y luego hay quien lo destripa (con ayuda de unas tijeras que lo hacen añicos) porque necesita lugar en la cartera para el nuevecito y resplandeciente carnet.