La estrategia contra la crisis

La vuelta VICA

La temporada que empieza se presenta como el máximo exponente de la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad en las que estamos sumergidos desde el principio de la pandemia

Ariadna Lluís, teletrabajando desde la segunda residencia, en Pujalt (Anoia), el pasado 8 de julio

Ariadna Lluís, teletrabajando desde la segunda residencia, en Pujalt (Anoia), el pasado 8 de julio / periodico

Ester Oliveras Sobrevías

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Qué tiempos aquellos en que algunas noticias se repetían año tras año, siempre parecidas. Niños y niñas en la entrada de la escuela comentando sus ganas (o no) de volver y reencontrarse con sus amistades. Madres y padres contentos (todos) de poder retomar su rutina laboral. Este año podremos añorar estas escenas, ya que la temporada que empieza se presenta como el máximo exponente del acrónimo VICA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) en el que estamos sumergidos desde el principio de la pandemia.

¿Cuáles son las estrategias para adaptarse a un entorno de estas características? Ante la incertidumbre y la ambigüedad, organizaciones y gobiernos pueden crear ciertas certezas, aunque sean parciales, a través de planes de actuación y contingencia. Si pasa X, haremos Y. Un ejemplo de esta estrategia es el anteproyecto de ley del teletrabajo que está preparando el Gobierno. El trabajo a distancia, que se impuso de manera abrupta y desordenada, encontrará un marco legal en el que apoyarse. Una ley que define el qué, el cómo y el cuándo, y que comportará derechos y obligaciones para personas trabajadoras y empresas. Otro ejemplo es la posible prórroga de los ertes en aquellos sectores más afectados. Los protocolos de actuación en caso de contagios para escuelas, universidades, y empresas, también ayudan a reducir la incertidumbre. Para reducir la ambigüedad en periodos de transición, es recomendable aprender a apoyarse en principios y no en los detalles. En el fondo sobre la forma. Es incómodo, porque tener criterios fijos exime de responsabilidades aun cuando se viole el fondo. Por ejemplo, una reunión de 11 personas donde solo hay dos grupos convivientes es más fiel al fondo de la normativa en vigor -aunque técnicamente la infrinja- que una reunión de 10 personas de las cuales ninguna es conviviente.

Por lo que respecta a la volatilidad de los contagios, una parte del comportamiento del virus es ajeno a la voluntad humana. No tenemos control sobre su virulencia o sobre las mutaciones que pueda experimentar. Con esto deberemos lidiar. Hasta la fecha, podemos pasar de una situación controlada a otra de elevado riesgo en pocas semanas, truncando actividades económicas que justo empezaban a recuperarse. En esta variable, se ha avanzado mucho en los últimos días y hay motivos para el optimismo: cribados masivos; nuevas pruebas de diagnóstico más rápidas, económicas, y fiables, y las controvertidas 'apps' de rastreo ayudarán a un mejor control de la situación. Un apunte respecto a la volatilidad de las cifras publicadas. Por favor: ¡datos fiables, comparables, y transparentes! Volatilidad real, no ficticia.

En el caso de la complejidad, me temo que la solución no es la simplicidad. Las situaciones personales y organizacionales son tan diversas que solamente puedo apelar al correcto funcionamiento de los sistemas de representación política y a la inteligencia colectiva, evitando la "ignorancia de grupo", según la cual yo accedo a dar mis datos de rastreo porque creo que mis colegas también lo quieren así, para después enterarnos de que nadie estaba de acuerdo.

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