NUEVO CURSO POLÍTICO

Presupuestos o elecciones

La clase política se divide hoy en dos grandes grupos: quienes necesitan aprobar las cuentas y quienes necesitan que se convoquen las urnas

Pedro Sánchez, durante la primera rueda de prensa posterior al primer Consejo de Ministros tras las vacaciones, el pasado 25 de agosto

Pedro Sánchez, durante la primera rueda de prensa posterior al primer Consejo de Ministros tras las vacaciones, el pasado 25 de agosto / periodico

Antón Losada

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La fuerza de los rebrotes que nos conducen, en curva ascendente, hacia la segunda ola de la pandemia impacta directamente sobre las dos incógnitas que marcarán el final del 2020: el repunte del PIB y la aprobación de los presupuestos. A mayor virulencia, peor PIB y menos opciones de nuevos Presupuestos. La clase política que acaba de iniciar el curso se divide hoy en dos grandes grupos: quienes necesitan Presupuestos y quienes necesitan elecciones.

A la cabeza de quienes prefieren las cuentas a volver a las urnas se sitúa el presidente Pedro Sánchez, cada día más empeñado en parecerse al presidente de 'The west wind' ('El ala oeste de la Casa Blanca') organizando actos que semejan ideados por Aaron Sorkin, el creador de la fenomenal serie, pero sin disponer del talento interpretativo de Martin Sheen. Sánchez <strong>no pudo decirlo más claro,</strong> aunque acaso no fuera su intención: habrá Presupuestos y estabilidad en los 40 meses que quedan de legislatura; la pregunta es si serán 'fecundos'.

Compleja negociación

Con Ciudadanos, el PNV y apoyos pescados en los grupos minoritarios se puede aprobar un Presupuesto con relativa facilidad; por muchos aspavientos que hagan un Podemos y un Pablo Iglesias conscientes de que ir a unos comicios supondría para ellos jugar a la ruleta rusa. Pero con eso no basta. La verdadera dificultad reside en si la compleja arquitectura de tales negociaciones permitirá cuadrar las cuentas excepcionales que requiere la emergencia económica y social en camino. Moncloa lo duda, pero ve cómo la opción de apoyarse en la mayoría de la investidura se angosta de manera directamente proporcional a cuánto se acorta <strong>la distancia entre ERC y Carles Puigdemont en los sondeos</strong> de unas catalanas que también sucederán en el último trimestre del año. La resistencia de Quim Torra a convocarlas solo se entiende desde el cálculo partidista de quien busca acorralar a los republicanos en un diálogo que se convertirá en deporte de alto riesgo en medio de una campaña electoral.

La derecha extrema suspira por unas elecciones. Bien saben en Vox que la ventana de oportunidad abierta por la crisis del PP, el 'procés' y la pandemia puede cerrarse en el momento más inesperado. Necesitan destruir, no ayudar a construir. Dirigirse a ellos pretendiendo que existe la posibilidad de incorporales a la negociación supone regalarles legitimidad y una pérdida de tiempo. Lo relevante es <strong>qué quiere Pablo Casado.</strong> En Moncloa parecen convencidos de que cederá al acuerdo presupuestario si se sabe ejercer la presión adecuada. También lo creían cuando la investidura y también se equivocaban.

Casado no tiene 40 meses para esperar. Cuanto más dure esta legislatura, más riesgo corre de no acabar siendo el candidato. Muchos populares ya se lo preguntan ahora, muchos más se lo plantearán tras la previsible mala noche electoral en Catalunya: ¿Realmente vamos a ir a unas generales con un tipo que ya ha perdido seis elecciones? Si para ganar hay que moderarse, mejor buscar a un moderado genuino; no a una copia.

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