LA EDUCACIÓN EN PLENA PANDEMIA

La cuna de la República

La escuela pública no es solo el lugar de aprendizaje de materias, sino un espacio para aprender a convivir y practicar la cultura del respeto

Mesas distanciadas como medida anticovid cara al nuevo curso, en un colegio de L'Eliana, en Valencia

Mesas distanciadas como medida anticovid cara al nuevo curso, en un colegio de L'Eliana, en Valencia / periodico

Rafael Jorba

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Doctores tiene la medicina y, en particular, la epidemiología. Su trabajo y sus investigaciones están siendo vitales para afrontar, en primera instancia, y para superar, cuando se disponga de una vacuna eficaz, la actual pandemia del coronavirus. Los expertos en todas las disciplinas son hoy más necesarios que nunca, pero la responsabilidad última en la toma de decisiones corresponde al poder político.

Son los gobiernos, en todos los niveles de la Administración -local, autonómica, central y europea-, los que están llamados a abordar el complejo arbitraje entre los dos imperativos que plantea esta crisis: satisfacer las exigencias de la salud pública y frenar el impacto social de la pandemia. Hay que evitar que aumenten las desigualdades, no solo económicas sino también culturales y educativas.

Se trata de un difícil arbitraje que exige hacer pedagogía -explicar que el riesgo cero no existe, ni en ésta ni en otras amenazas que afrontamos- y tratar a las personas como ciudadanos, depositarios de derechos y de deberes, y no como consumidores del mercado de la política, como a menudo se hace en clave electoralista, tanto desde los partidos de gobierno como de oposición.

Una nueva edad

Desde esta óptica, los responsables políticos de todas las administraciones deberían afrontar la 'rentrée' escolar como una asignatura tan importante como la recuperación de la actividad económica. Porque no solo está en juego, como se insiste estos días, la conciliación del trabajo de los padres, sino la educación de sus hijos y la igualdad de oportunidades de las futuras generaciones.

Uno de los efectos más perversos de la actual pandemia es que puede acabar por alumbrar una nueva edad media, en expresión acuñada por Alain Minc. Este ensayista francés escribió en 1993 'Le nouveau moyen âge' (Gallimard), un libro en el que vaticinaba una onda de choque como la padecida tras la caída del Imperio Romano: la decadencia de Occidente y de la idea de progreso.

Las administraciones públicas deben coordinar esfuerzos y recursos para garantizar la ‘rentrée’ escolar y la igualdad efectiva de oportunidades

En efecto, uno de los daños colaterales del covid-19 es que puede contribuir a introducirnos en una nueva edad media en el campo de la educación: el fin de la igualdad de oportunidades y de la meritocracia en el proceso de selección de las élites. Aquello que caracterizaba la edad media, que en política educativa se prolongó en España hasta finales del siglo pasado, era la reproducción de la desigualdad.

En un sistema democrático, el problema no es tanto la existencia de unas élites -culturales, políticas, económicas, sociales- como que estas élites no sean el resultado del mérito sino la reproducción, de padres a hijos, de un estatus y de una posición predeterminada. El primer instrumento -no el único- para impedir que nos adentremos en esta nueva edad media es preservar y fortalecer la función de la escuela pública.

Sí, una escuela pública que no es solo el lugar de aprendizaje de materias y de conocimientos, sino un espacio para aprender a convivir entre diferentes y para practicar la cultura del respeto al otro. Las administraciones públicas, tanto las titulares de la competencia -autonomías- como la Administración central, a la que corresponde la alta inspección, deben coordinar esfuerzos y recursos para garantizar la 'rentrée' escolar y la igualdad efectiva de oportunidades.

La educación no presencial no es la solución sino la coartada para no asumir esta tarea compartida por el conjunto de responsables políticos. No solo la brecha digital juega en contra de los niños más desfavorecidos, sino que se pueden ensanchar otras muchas brechas. Está en juego el primer peldaño para acceder a la igualdad efectiva de oportunidades y para evitar que el ascensor social se averíe definitivamente.

Tampoco el corporativismo sindical es el mejor instrumento para fortalecer el papel de la escuela pública. Hay que romper esquemas y remover obstáculos: los mejores maestros deben ser destinados a las zonas con mayor riesgo de exclusión social y, para ello, hay que retribuirles adecuadamente. Si esta era ya una necesidad antes de la pandemia, ahora es una tarea urgente: movilizar a los más preparados y reforzar el sistema con más efectivos y recursos.

La mejor manera de servir a la república, en su sentido de 'cosa pública', es fortalecer el papel de la escuela. Lionel Jospin, que fue ministro de Educación en Francia, definió la escuela pública como la "cuna de la República", es decir, el primer espacio para hacer efectiva la divisa republicana: "Libertad, igualdad, fraternidad". También -añado- el culto a la diversidad y el respeto de la laicidad. Con estado de alarma, cogobernanza o gobernanza plena de las autonomías.

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