El nuevo curso

Educación ineludible

Los problemas de la escuela son también de la ciudad, no sirve para nada tratar de aislar una cosa de la otra

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Joan Subirats

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No puede haber excusas. No vale resignarse. Tenemos la obligación de hacer todos los esfuerzos necesarios para que el proceso educativo no quede más dañado aún de lo que está, tras arrostrar los primeros efectos de la pandemia. La educación, junto con la sanidad, constituyen los pilares básicos de lo que entendemos por democracia, si queremos darle un sentido pleno a ese concepto que vaya más allá del voto periódico. Hemos tenido una clara demostración de la importancia de contar con un buen sistema de sanidad público y universal en estos últimos meses. Y hemos visto como en momentos de emergencia los profesionales de la salud asumían las responsabilidades colectivas que tenían para, independientemente de su especialidad o condición, asumir la tarea de enfrentarse al covid y evitar el posible colapso del sistema sanitario.  

En la emergencia educativa que encaramos, lo que está en juego no es evitar que las escuelas se llenen con los alumnos que tienen asignados. El colapso educativo lo tendremos si las aulas se quedan vacías, si no logramos entre todos que funcionen los procesos educativos tan necesarios en esas edades, la socialización con sus coetáneos, la experimentación y exploración de nuevas potencialidades. Todas las instancias sociales e institucionales han de poder ser activadas. Como lo fueron los pabellones deportivos cuando los hospitales veían acercarse el desbordamiento de sus servicios y en una semana se crearon nuevos espacios de salud como aliviaderos de la sobresaturación. 

Barcelona, en esa línea, ha activado multitud de espacios en su red de bibliotecas, de centros cívicos y de otras infraestructuras de proximidad diseminadas por la ciudad. Desde el Consorci d’Educació de Barcelona, la instancia que sirve de espacio conjunto entre Generalitat y Ayuntamiento para el gobierno y dirección del sistema educativo de la ciudad, se ha conectado con museos, centros culturales, pabellones deportivos y otros espacios para incorporarlos a la oferta dirigida a ampliar la capacidad de los centros escolares en vistas al nuevo curso. Por otro lado, se han identificado casi 200 enclaves en plazas, jardines e interiores de manzana como lugares donde desarrollar actividades de ocio educativo o cualquier otra actividad que los centros escolares decidan realizar, usando el aire libre como lugar más seguro y confiable. Sin forzar nada. Dejando que sean las direcciones de los centros los que decidan dónde, cómo y cuándo. 

Llevamos muchos años hablando de ciudad educadora, de escuela y territorio, de escuela y comunidad, de planes de entorno. Conocemos bien el discurso e incluso algunas veces las cosas han ido realmente bien, y se ha logrado que el territorio, la ciudad, el entorno, sea un recurso educativo significativo y que la escuela se convierta asimismo en un activo importante para la ciudad. Aquella recordada película de Bertrand Tavernier ('Ça commence aujourd’hui', 1999) constituyó una gran fuente de inspiración para muchos maestros y educadores, al mostrar con claridad que los problemas de la ciudad son los de la escuela, y los problemas de la escuela son también de la ciudad, y que no sirve para nada tratar de aislar una cosa de la otra. Una vez más la pandemia nos muestra que sin profundizar en esa línea de colaboraciones cruzadas, de 'contagio' positivo entre ciudad y escuela será mucho más complicado abordar el problema que tenemos: que la educación no colapse. Quizás de esa experiencia, lo que ahora parece coyuntural o extraordinario, logramos que permanezca y se consolide. Que escuelas e institutos tengan como aliados permanentes y como socios preferentes a bibliotecas, centros cívicos, museos y centros culturales, enriqueciéndose mutuamente, planteando preguntas conjuntamente, aprendiendo juntos.

No hay duda de que las dificultades son significativas. Lo son en el sistema educativo y en muchos otros enclaves y lugares de trabajo y de encuentro. No hay certezas, las informaciones son confusas y a veces contradictorias, nos enfrentamos no a un problema conocido del que no sabemos la respuesta, sino que ahora desconocemos tanto la dimensión y la entidad del problema como las respuestas con las que abordarlo. Pero en una situación así, de lo que se trata es, sin temeridad ni resignación, de encontrar los espacios en los que poder seguir haciendo lo que es esencial. Todos juntos. Los profesionales y los que les acompañamos. Y creo que todos estamos de acuerdo en que una de las cosas esenciales en una democracia que se precie de serlo sigue siendo la educación.