IDEAS

Homenaje al maestro

Cicerón me susurra al oído: "El legado más preciado que puede transmitir un maestro no son tanto sus saberes como su forma de entender el mundo"

Manuel Lozano y Fernando Fernán Gómez, en 'La lengua de las mariposas'

Manuel Lozano y Fernando Fernán Gómez, en 'La lengua de las mariposas'

Josep Maria Pou

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En ese cajón de la infancia que nos atrevemos a abrir solo de vez en cuando, o que nos sorprende abriéndose de golpe, como disparado por un resorte, cuando menos te lo esperas, guardo yo el recuerdo de una película que me impresionó sobremanera. Era una película española y se llamaba 'El maestro'. El protagonista, un maestro nacional en una aldea gallega, lo interpretaba un actor italiano de ojos saltones y papada prominente, llamado Aldo Fabrizi.  Andaba yo, por entonces, en los doce o trece años y llevaba ya (pantalón bombacho aparte) bastantes salidas a la pizarra como para poder reconocer en aquel maestro de ficción la sublimación de algunos otros reales que había conocido.

Cuarenta y dos años después volví a encontrarme con él. Seguía encerrado en un película y seguía enseñando en Galicia, pero ahora tenía las hechuras de Fernando Fernán Gómez. En ese caso eran, actor y personaje, maestro sobre maestro. Y fue viendo 'La lengua de las mariposas', cuando se produjo el milagro. A medida que avanzaba la película, la figura de aquel maestro rural iba creciendo y haciéndose gigante, tan gigante, que en un momento determinado llegó a romper los bordes de la pantalla para, a renglón seguido, achicarse lo mínimo imprescindible e instalarse a vivir en mi almario. Salí del cine con él puesto en pleno tórax, a la izquierda, y allí sigue desde entonces.

Pasados los años tuve que pedirle que dejara hueco para otro colega suyo, el profesor Héctor de 'Los chicos de historia', que se colaba a diario conmigo en el Teatro Goya para convencer a sus alumnos (y de paso a los espectadores) de que la poesía y la literatura podían ser armas de tanto calibre como el kárate o la fórmula de la cloratita.

Y hoy en día es el viejo amigo Cicerón, otro maestro, el que me susurra al oído lo que yo repito en voz alta en escena: "El legado más preciado que puede transmitir un maestro no son tanto sus saberes como su forma de entender el mundo. El maestro no enseña lo que sabe, enseña lo que es".

(A pocos días de empezar el curso escolar, sea este mi modesto homenaje a los docentes que, a pesar de la que cae, enseñan lo que son. ¡Suerte!).

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