Consejos asesores y comisiones en tiempos de coronavirus

"Demasiados comisiones y consejos en una etapa falta precisamente de acción más que de discusión"

Un momento de la reunión de la comisión para la reconstrucción social y económica para debatir y votar las conclusiones finales, el 3 de julio en el Congreso

Un momento de la reunión de la comisión para la reconstrucción social y económica para debatir y votar las conclusiones finales, el 3 de julio en el Congreso / periodico

Guillem López Casanovas

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La pandemia nos ha movilizado a todos: tan graves son los efectos en el bienestar de la gente que no hay excusa por no hacer el mejor esfuerzo de análisis y de acción. Lo hacen desde los científicos (¡que reto es este que los mejores sabios de momento no consiguen resolverlo!) hasta los parlamentarios, que muestran como mínimo su preocupación para confrontar la situación.

Proliferan así los consejos asesores, las comisiones de políticos y supuestos expertos. En la ‘conselleria’ de Salut, en nuestra casa, tenemos el consejo para la recuperación económica que impulsa la Generalitat, en la que Salut tiene que jugar ciertamente un papel importante. Además se nombró una comisión ad hoc de la reestructuración sanitaria, creada a iniciativa dicen del propio ‘president’ y en vistas a, parece, la inacción de la ‘conselleria’ encargada; ‘conselleria’ que cuenta a su vez con un consejo asesor en activo y con un consejo específico de salud pública. A este se suman todos los comités estatales y pertenecientes a diferentes ministerios. ¡No hablamos ya de las Comisiones parlamentarias! Y ahora habrá que añadir la que pueda surgir de la vicepresidencia del gobierno español para la articulación de las ayudas europeas.

Todo ello parecen demasiadas comisiones y consejos en una etapa falta precisamente de acción más que de discusión. Está claro que si la idea es dar participación, cuántos más sean mejor será para dar juego y hacer rodar la pelota. Pero si el propósito es chutar y no hacer ‘rondos’, en un periodo de tiempo determinado, quizás nos equivocamos con esta estrategia. Las comisiones, en mi opinión, pecan de dos males. En primer lugar, quieren ser representativas de todos los sectores y por eso son de una composición demasiado grande. El debate y la articulación de propuestas se hace difícil. En segundo lugar, no suelen ser todos estos representantes, como es normal, expertos, sino responsables que serán evaluados en relación de si su sector sale bien o mal parado en las propuestas efectuadas.

Y está claro que si todos cuentan por igual, sin una matriz de priorización de cuál es el objetivo, el acuerdo será de ‘mínimo común denominador’ (con contribución exigua). O bien de un común múltiplo máximo, que para que sea factible tendrá que ir lleno de eufemismos y ambigüedades que faciliten un falso consenso deprisa y corriendo, de muy poca capacidad operativa a corto y medio plazo. La tentación será aquí la redacción normativa: lo que hace falta, lo que se tendría que hacer, forzoso de obligado cumplimiento sin prestar atención a su viabilidad, recursos disponibles, a quienes corresponden las competencias y si hay o no restricciones que no son mitigables por la acción.

Entre un líder y un 'templador de gaitas'

En los países anglosajones, un 'White Paper' primero se encarga y se personaliza mucho el responsable principal, de forma que quien se presta, arriesga parte de su prestigio en caso de que los trabajos acaben resultando un buñuelo. Y se compone a propuesta de quien preside con la aquiescencia si se quiere de quien lo ha nombrado. No al revés (‘bottom up’ que se dice ahora), con un presidente nombrado a posteriori entre las partes representadas, siendo escogido a menudo políticamente el menos conflictivo o el más hábil ‘templador de gaitas’.

Toda propuesta tiene ciertamente elementos de transversalidad horizontal (aspectos a ser contemplados), especialmente en el ámbito socio sanitario. Pero esto no equivale a estructurar sectores representados, cada uno de ellos electores de su propio templador. Toda propuesta requiere de una hoja de ruta, que es necesariamente vertical, de forma que todas las contribuciones, más allá de su procedencia, apunten en una determinada dirección. Y, en la medida que esta requiere sacrificios, implica priorización para que las ganancias comunes puedan hacer necesario sacrificar los intereses particulares. Ojalá me equivoque en este diagnóstico sobre el trabajo de todas estas comisiones en marcha y en las que toca participar.