EL LABERINTO CATALÁN
El tiempo de silencio ya pasó
Una cosa son las aspiraciones políticas y otra pretender instalar a Catalunya en una crispación permanente, nociva y empobrecedora
En julio del 2010, 10 años ya, una manifestación masiva recorrió Barcelona en rechazo a la sentencia del Estatut. José Montilla, entonces 'president' de la Generalitat, Ernest Benach, Jordi Pujol, Pasqual Maragall, Heribert Barrera y Joan Rigol encabezaron la marcha. Excepto Ciudadanos y PP, el resto de los partidos políticos, sindicatos y cientos de entidades estuvieron presentes. Pero no fue la defensa del Estatut el grito mayoritario. "¡In! ¡Indé! ¡Independencià!" se impuso en la calle. Unos la reclamaban con entusiasmo. Y otros callaban. Montilla tuvo que abandonar la manifestación ante la creciente crispación.
En ese silencio incómodo, en ese abandono, se gestó un modo de (con)vivir en Catalunya. Con la vuelta de CiU al poder -y la crisis económica arreciando-, el debate soberanista se convirtió en un monólogo que impregnó instituciones y entidades. Los medios públicos pasaron del chirimiri del nacionalismo apacible al diluvio independentista. Cada Diada se convertía en una nueva constatación de fuerza y comunión. Era el lugar donde una parte creía ser el todo. También era el sitio donde cierta derecha, cierta izquierda y sus extremos caminaban juntos. El adalid de la austeridad y los anticapitalistas. Muchos otros seguían callados, ajenos. Mirando la calle, tratando de asimilar aquel extraño y contradictorio magma que se extendía con ánimo invasor.
Las emociones fueron mutando. De la ilusión desbordante a la tensión de la ofensiva. De la alegre ingenuidad a la impotencia, la indignación. Hasta que un virus microscópico ha impuesto una realidad amarga. Carles<strong> </strong>Puigdemont llama a la "confrontación inteligente" con el Estado. La ANC la apoya con su propuesta de Diada. Mientras, la miseria se extiende y Catalunya es más dependiente que nunca del Gobierno de España y de las ayudas y créditos de la UE que recibe a través de él. Una cosa son las aspiraciones políticas y otra pretender instalar a Catalunya en una crispación permanente, nociva y empobrecedora. El tiempo de silencio ya pasó.
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