MIRADOR

Despropósitos en un verano insólito

No podemos acostumbrarnos a que los gobernantes antepongan intereses políticos al bienestar de las personas

teatro cerrado por la pandemia

teatro cerrado por la pandemia / periodico

Eulàlia Vintró

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No se trata de hacer un repaso completo de un verano que todo el mundo recordará por las consecuencias del covid-19 y por la accidentada convivencia con unos rebrotes potentes que nos han llegado antes de lo que se esperaba sin saber cuándo acabarán. Quedarán al margen hechos muy difundidos como la salida clandestina del rey emérito, la caída del turismo, los plenos extraordinarios del Parlament de Catalunya para debatir cuestiones que ya se habían discutido, que no le competen y que solo querían reforzar los enfrentamientos entre JxCat y ERC, la falta de previsión de la mayoría de comunidades autónomas a la hora de asumir las competencias sanitarias y educativas reclamadas para hacer frente a los rebrotes de la pandemia y al comienzo de curso, etc.

No deja de ser sorprendente que no haya rastreadores, cuando se había dicho que esta sería la gran figura para evitar contagios, y que ahora el Estado ponga a disposición de las comunidades un par de miles de miembros del Ejército formados para rastrear, o que a pocos días de volver a la escuela ninguna familia ni ningún alumno sepa exactamente cómo se hará y que cada autonomía vaya dando a su ritmo y a su criterio cambiante noticias sobre un acontecimiento tan importante.

El 31 de julio, la Conselleria d'Educació informó de que anulaba las tarjetas-monedero para garantizar comida a los alumnos con pocos recursos y que trasladaba la responsabilidad a los ayuntamientos, ya que, al parecer, en agosto el calor quita el hambre. Un debate, unos días después, en una comisión del Parlament no sirvió para aclarar el coste, ni cuánto dinero quedaba sin gastar, ni quién, ni cómo, ni cuándo se ayudaría a los ayuntamientos para asumir esta nueva e inesperada responsabilidad. Tampoco informaron los 'consellers' de cómo funcionaría el próximo curso para garantizar la comida del alumnado que lo necesite, y más si la escuela debe cerrar aulas o todo el centro.

El 16 de agosto, un medio de información reproducía las declaraciones del vicepresidente del Govern justificando, como un acto de transparencia, la entrega a TV-3 y Catalunya Ràdio de 15,5 millones de euros procedentes de los fondos de covid-19, ya que la caída de la publicidad ponía en riesgo la continuidad de programas como 'Polònia' o alguna telenovela. No sé si las redes sociales se han hecho eco de esta noticia, pero ni periódicos, ni radios ni televisiones le han dado importancia cuando, justamente, se trata de hacer un mal uso, por no decir un uso fraudulento, de un dinero que el Estado ha dado para mejorar la atención de la pandemia en la ciudadanía.

Catalunya ha sido y es todavía una de las comunidades con más rebrotes, con inexistencia de rastreadores, con mucho retraso, tres y cuatro días, para dar los resultados de las PCR, con sobrecarga en los centros de atención primaria... Y si el hecho me parece muy, muy grave, aún veo peor el silencio de las fuerzas políticas de la oposición, el de la sociedad civil y el de los medios. No podemos acostumbrarnos ni dejar de tener en cuenta comportamientos y actuaciones de gobernantes que anteponen intereses mucho menores a la salud y la alimentación de la ciudadanía. O, aún más imperdonable, anteponen intereses políticos como el funcionamiento sectario y partidista de los medios de comunicación públicos, en vísperas electorales, al bienestar de las personas.

Es comprensible que vaya desapareciendo el prestigio de las instituciones, pero lo acabaremos pagando muy caro todas y todos si no reaccionamos pronto y a tiempo.

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