DOS MIRADAS

Mancha amarilla

Me cuenta un amigo que ha estado en Holanda que ha visto a solas 'La joven de la perla' y 'Vista de Delft'

La obra 'La joven de la perla', del pintor holandés Johannes Vermeer, expuesta en el Mauritshuis, en La Haya, en una imagen de archivo

La obra 'La joven de la perla', del pintor holandés Johannes Vermeer, expuesta en el Mauritshuis, en La Haya, en una imagen de archivo / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Viajar es vivir en una burbuja. Sigues siendo como eres, pero te conviertes en otro cuando compartes esos días que no pertenecen a ninguna parte, que no responden sino al hecho de vivir una realidad que no es la tuya. Incluso en circunstancias tan dramáticas como las de ahora. O quizá más. Quizá vives la ilusión, si es que has viajado, que el mundo no es un todo homogéneo (pandémico, global), sino que sigue habiendo parcelas acotadas, solo accesibles si te presentas con los ojos de la curiosidad. Incluso cuando el virus es, como ahora, universal, el deseo que persigues es alejarte de la cotidianidad que vives como una prisión -con más o menos barrotes- y experimentar, por unos días, otra manera de contemplar el mundo.

Me cuenta todo esto un amigo que ha estado en Holanda y que ha visto a solas 'La joven de la perla' y 'Vista de Delft', sin nadie más que interrumpiera un encuentro tan emocionante, similar a la que vivió Marcel Proust cuando se enfrentó al paisaje que, según él, resume la esencia del arte y es confrontación con los propios límites. Ese momento que no se puede describir, la mancha amarilla que es la entrada a un universo que nos salva del abismo.