LOS EFECTOS DE LA PANDEMIA

Cuando parar no es posible

La economía informal se incrementa en momentos de crisis como el actual, cuando para muchas personas vulnerables es la única salida para continuar generando ingresos

Larga cola de personas en situación del vulnerabilidad que esperan para recoger comida en la parroquia de Santa Anna de Barcelona, el pasado 18 de mayo

Larga cola de personas en situación del vulnerabilidad que esperan para recoger comida en la parroquia de Santa Anna de Barcelona, el pasado 18 de mayo / periodico

Ester Oliveras

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La economía informal se comporta de manera anticíclica, es decir, se incrementa en momentos de crisis y disminuye en etapas de prosperidad y, para perfiles vulnerables, puede convertirse en la única salida para continuar generando ingresos. Protegerse del coronavirus pasa a ser secundario cuando no hay un plato en la mesa. Y es que, en este tema, la teoría de las necesidades de Abraham Maslow continúa vigente: primero comer, después la salud. Son trabajos de baja remuneración y no estructurados. Sin horarios y sin estabilidad. Las personas que operan en la economía informal son invisibles al sistema de protección social y pueden ser presas de la trampa de la pobreza, según la cual los ingresos futuros son siempre inferiores a los presentes.

Por su naturaleza, la economía informal se puede comparar a una caja negra. Algunos de los elementos son conocidos: inmigración sin regularizar, personas sin formación, trabajos individuales a pequeña escala y cierto fraude empresarial en sectores como los servicios o la agricultura. Pero lo que entraña una gran dificultad es conocer el volumen de esta caja negra: el porcentaje del PIB que representa economía o el número de personas que subsisten gracias a ella son siempre estimaciones. Una de las más recientes, ofrecida por la patronal catalana Foment del Treball, la cifró en un 25% del PIB. ¡Una cuarta parte! Y, a raíz de la crisis económica derivada del coronavirus, es más que probable que incremente en los próximos meses.

La economía informal está presente en todos los países del mundo pero en mayor medida en aquellos menos desarrollados. Aunque la tendencia mundial es la disminución de estas prácticas laborales, se trata de un proceso muy lento que comporta décadas de medidas sociales y empresariales. Según el Fondo Monetario Internacional, en la década de los 90 los países europeos tenían un nivel de economía informal de alrededor del 25% mientras que entre 2010-2017 se acerca más al 20%, un poco por debajo de la estimación española. También en el África subsahariana, la zona del mundo con más economía informal, ha pasado del 40% al 33% en este periodo, aunque con grandes diferencias entre países.

Incentivar la creación de organizaciones alrededor de la economía social y solidaria puede ser una salida legal para que grupos de personas se autoorganicen en una actividad dentro del sistema económico. Ya sirvió durante la pasada crisis financiera, y puede servir de nuevo. Este tipo de organizaciones gozan de mayor resistencia a las crisis y su toma de decisiones, más democrática, ayuda a priorizar los puestos de trabajo a costa del beneficio empresarial. La dificultad principal estriba en que las personas que crean cooperativas en épocas de crisis suelen tener un perfil universitario. Por lo que, a largo plazo, la apuesta más segura para superar futuras crisis y reducir la economía informal es asegurar que las escuelas no cerraran de nuevo durante el curso 2020-2021. Y tratar la educación como lo que es: una inversión a largo plazo. Y explicarles qué es la economía social.