ANÁLISIS

La caída de los viudos del Barça

Guardiola y Neymar figuran entre los grandes perdedores y víctimas de la final de la Champions.

Neymar intenta superar a Goretzka en la final de la Champions

Neymar intenta superar a Goretzka en la final de la Champions / periodico

Antonio Bigatá

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Dos de los viudos más destacados del Barça, Pep Guardiola y Neymar, están entre los grandes perdedores y víctimas de la final de la Champions. El primero porque pudo comprobar que sí que existía una fórmula para que el Bayern se llevase una orejona en estos tiempos modernos,  sin necesidad de fichar a Messi.  Ha visto que no era tanto una cuestión de plantilla del campeón alemán con presupuesto todavía más grande, como una opción de apuesta por un equipo más rejuvenecido, más vigoroso, mejor acoplado y, atención, más netamente ofensivo. El actual Bayern acepta correr grandes riesgos en defensa, en contra de lo que dicta la biblia personal de Guardiola, pensando que delante siempre podrá marcar por lo menos un gol más que el adversario (y a veces hasta seis, si logra meter ocho).

Pep debe estar honestamente tocado porque lo que le pasó a él en Múnich, rozar pero no conseguir, ha vuelto a repetirlo en Manchester. Ha conseguido un equipo con momentos de juego casi perfectos; ha dispuesto de jugadores a los que ha hecho crecer laboriosamente hasta el máximo nivel mundial; ha vuelto a merecer ganar la Champìons;  pero quedó corto en la apuesta creativa del centro del campo (prescindir de Bernardo Silva me pareció un error) y quedó todavía más insuficiente en la atacante (puso sobre el césped a Mahrez demasiado tarde). Además tuvo eso que pasa a veces en los juegos: perdió pese a ponerlo todo para ganar.

Las fuerzas negras

Lo más doloroso para Pep es constatar que más allá de su propia desgracia como preparador y alma del City resulta que el Bayern, que ya no es suyo, ha merecido ganar esta Champions. Él, como posible mejor entrenador del mundo o como uno de los dos o tres más indiscutibles, queda en una situación algo desairada por un dato objetivo: a pesar de disponer de todos los medios posibles (dinero, fichajes, estructura a su medida) solo ha conseguido ganar el gran título con, o a la sombra de, o sumando esfuerzos e inteligencia con... el mejor Messi. Podía pasarle y le ha pasado. Mientras, otros técnicos, entre ellos el hasta hace poco casi desconocido Flick, sí que lo lograba.

Guardiola, como posible mejor entrenador del mundo, queda algo desairado al lograr la Champions solo sumando esfuerzos con el mejor Messi

Nuestro otro viudo, <strong>Neymar</strong>, tampoco ha logrado la Champions sin Messi y sin el Barça del mejor momento. Es una maravilla verle jugar; en esta Champions se ha esforzado como si fuese un buen deportista, pero tampoco la ha conquistado, aunque esta vez pudo hacerlo y estuvo cerca de conseguirlo.

¿Padece una maldición? ¿Paga en especies una traición? Si creemos que existen tanto los genios y las capacidades que van más allá de lo físico y lo tangible, también puede existir las fuerzas negras. En Portugal dio la sensación de que varios de sus remates no quisieron entrar, del mismo modo que el balón del Barça-Bayern siempre estaba dentro de la portería de Ter Stegen.  El golfo Neymar y el eléctrico Mbappé son espectáculo total, bonito, inolvidable, hasta fallando goles claros. Los han fallado como nadie.

Un equipo de Estado

En mis ramalazos moralistas me digo a mí mismo que estaría muy bien que un equipo tan mercenario como el PSG no llegue a ganar nunca la Champions. Pero sé que me hago trampas. El Bayern también lo es, aunque de otra manera, al igual que el City, el Liverpool, aquel Madrid (desde los tiempos de Bernabeu, que se compraba todo lo que quería), o, por supuesto, en muchos momentos  nuestro querido Barça.

Pero hay matices; hay clubs con voluntad esencial de desarrollar cantera, hay entidades vinculadas a principios o sentimientos, tiene gracia la idea de que, como el campeón alemán, sean antiguos jugadores quienes lleven las riendas de una institución en vez de otro tipo de burócratas...

El peor modelo es el del PSG, un equipo de Estado (que no juega siquiera en ese estado), financiado con dinero ajeno al fútbol, y protagonista de trapacerías como la de fichar un mismo año por cantidades desorbitadas a Neymar Mbappé con la argucia -para sortear las reglamentaciones financieras vigentes- de que al segundo lo tenía simplemente a préstamo.  Por eso aunque adore las virtudes felinas de Neymar galopando para alejarse todo lo que pueda de la sombra asfixiante de Messi, me parece mejor que la final la ganase el Bayern.