TABLERO CATALÁN

¡Viva la inteligencia!

El veto de Puigdemont a autorizar las elecciones a Torra es un ejemplo de inteligencia cuartelaria

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont.

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. / periodico

Josep Martí Blanch

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La chistera semántica de la política es un pozo sin fondo del que los conejos salen en tropel. El mago Carles Puigdemont agita la varita, declama un abracadabra, mete la zarpa en el sombrero de copa y presenta a su público el nuevo concepto 'prêt a porter' de la temporada otoño-invierno: la 'confrontación inteligente', que viene a ser la puesta al día de lo que en su momento se anunciaba en los catálogos de la moda soberanista como 'jugada maestra'. Este es un mundo de rebautizarse a diario. Ahora con una máscara y un tubo ya no se bucea, se práctica snorkel.

Acabada la función del expresidente de la Generalitat, no termina la sesión de taumaturgia con los vocablos. Es el turno del ilusionista Pere Aragonès. Sombrero, abracadabra, nada por aquí, nada por allá, mano a la chistera, hace chas y aparece a tu lado el modelo, más modosito y recatado, para competir en los escaparates electorales con el diseño propuesto por su rival: 'la negociación y el diálogo inteligente'.

Algo se ha ganado esta semana si las dos grandes fuerzas políticas independentistas apelan a la inteligencia en el diseño de sus estrategias políticas. Aunque invocar la inteligencia es como invocar a Dios. Más o menos se sabe de qué se está hablando, pero cada uno lo imagina a su modo. Así que, sin ejemplos prácticos, resulta complicado saber en qué se concretará esta glotonería de razón con la que intenta abonarse el campo soberanista en esta precampaña de hombres pretendidamente sabios.

Inteligencia... ¿militar?

Tanta inteligencia no evita que se asome al balcón la tontería supina. Como el proceso podría ser un viaje de Gulliver, recordaremos que su autor, el párroco Jonathan Swift, ya dejó escrito en el XVIII que la mayoría de las personas son como los alfileres: sus cabezas no son lo más importante. Es difícil imaginar que el autor irlandés escribiera pensando en Josep Costa, vicepresidente primero del Parlament de JxCat, que profetizó hace unos días en este periódico que había miles de catalanes dispuestos a ir a la cárcel para hacer la independencia mañana. Pero no puede descartarse del todo, su obra tiene algo de agorera.

De momento, la pista más explícita para entender de qué estamos hablando la ha facilitado Toni Comín, confirmando que JxCat y ERC están en plena guerra fría y, en consecuencia (esto ya no lo ha dicho él), en plena plena carrera armamentística para tratar de inutilizarse uno al otro. O sea, que en realidad de lo que quizá estemos hablando es de inteligencia militar para diezmar las filas del enemigo. La mar de inteligentes, vamos.

La negativa de Puigdemont a autorizar la convocatoria de elecciones a Quim Torra es un ejemplo de inteligencia cuartelaria. ¡Que se consuman los republicanos de Oriol Junqueras con una vuelta al cole kafkiana en medio de la pandemia y que demuestren a los votantes que a la hora de afrontar problemas de verdad no están a la altura! Así son las guerras. Un rebosar de inteligencia, militar, por supuesto.

Raciocinio cuestionable

En la otra parte del tablero, Ciutadans también anda haciendo sacrificios en el altar de la inteligencia. En este caso, el ejercicio de raciocinio es de índole más práctico y, si nos ponemos puristas, cuestionable desde el punto de vista democrático: leer las encuestas, tomar nota del descalabro que le pronostican en Catalunya, utilizar las primarias entre sus afiliados, que consagraron como candidata a Lorena Roldán, como papel higiénico y cambiarla, como si fuese una bombilla fundida que ha dado mal resultado, por el correoso Carlos Carrizosa para que sea este quien salve lo que pueda del partido que, recordemos, ganó las últimas elecciones a la presidencia de la Generalitat. Roldán, por su parte, también ha apostado por una expresión de inteligencia al aceptar resignadamente que lo que llega fácil, fácil se va, y que no cabe llorarlo en demasía porque puede que no fuera ni merecido.

A Ciutadans, en Catalunya, le pasa, con Carrizosa o sin él, como a los soldados japoneses que siguieron luchando años y años después de finalizada la segunda guerra mundial sin advertir que el escenario ya había mutado a mejor. Incapaces de atreverse con la nueva situación, siguieron emboscados pensando que aún luchaban por el Emperador.

Está por ver cómo impacta en Catalunya la nueva estrategia que intenta poner en práctica Inés Arrimadas aceptando por la vía de los hechos que el suyo no puede aspirar a ser otra cosa, con todas sus limitaciones, que un partido bisagra, y que, además, le conviene sonreír y mostrar un poco de mejor humor tras la megaborrachera de ego agrísimo que sufrió su predecesor jubilado, Albert Rivera.

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