EL FUTURO DEL INDEPENDENTISMO

Inteligencia y construcción

El 'expresident' Carles Puigdemont, en Bruselas, el pasado 23 de junio

El 'expresident' Carles Puigdemont, en Bruselas, el pasado 23 de junio / periodico

Toni Aira

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El mismo día que el 'president' Carles Puigdemont defendía en la Universitat Catalana d’Estiu (UCE) que "la única vía transitable, realista y sin falsas ilusiones es la gestión de una confrontación inteligente con el Estado español", el presidente del Parlament, Roger Torrent, instaba al líder de Junts per Catalunya a elegir entre desgastar y construir.  El uno y el otro, como contestando los estigmas que pesan sobre los respectivos espacios políticos.

Unos y otros, ante el espejo y con la necesidad perentoria de desmentir que hacen como este viernes defendía Puigdemont que actúa el constitucionalismo: "La monarquía española y los partidos que la amparan son eficientes para destruir, no para construir".

La confrontación política, y más si la planteas con todo un señor Estado, siempre debería ser pensada y ejecutada de forma inteligente.  Que Puigdemont lo reivindique ahora es, en parte, una asunción de que en la dirigencia del proceso independentista, demasiado a menudo, el corazón se ha impuesto a la cabeza, y las prisas a la acción reflexionada.  La apuesta, por tanto, si no es gestualidad, no es poco, y no solo por lo que podría implicar de cambio de rasante en el tablero político catalán, sino también en clave de la disputa partidista entre las grandes fuerzas soberanistas, que de cara al próximo ciclo electoral cada vez se ve más claro que a su clásica confrontación interna sumarán la disputa por imponerse en clave del "independentismo útil" al servicio de la culminación del 'procés' y al servicio del buen gobierno.

JxCat parecía que había dejado esta última bandera en manos de ERC, pero la pandemia y su gestión desde el Governn animaron a tratar de invertir esta tendencia. Y a la ventana de oportunidad que les abrió la crisis del covid-19 se sumó la fragmentación del espacio posconvergente, que ha provocado que los de Puigdemont tengan que competir también por imponerse en tiempos de pandemia con compañeros suyos de filas hasta hace cuatro días, sobre todo a un Partit Demòcrata que abrazará la bandera del pragmatismo para tratar de encontrar su propio espacio.

¿Pero sabrán o querrán, unos y otros, ERC con Junts, Junts con ERC y con las otras almas del mundo posconvergente, poner a todo ello inteligencia y construcción en vez de destrucción? Si así acaba siendo, por ejemplo, se centrarán en proponer soluciones concretas y plausibles en clave social y de país, y dejarán de lado la confrontación pueril y de corto vuelo que demasiado a menudo protagonizan. No se han caracterizado por sobresalir en nada de todo ello hasta ahora.

Los posconvergentes aquí tienen más trabajo por hacer que ERC, sobre todo en clave interna. Deberán tratar de construir escenarios que no les hagan imposible el acuerdo poselectoral que quizás llega así, con siglas diferentes, ya que no han sido capaces de encontrar la síntesis bajo un mismo paraguas. Por fin, pues, la inteligencia y la confrontación no destructiva, para poder aplicarlas con ERC y con el Estado, primero deberán ponerlas en casa.

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