opinión

Un año para ganarse el futuro

Koeman, en su presentación.

Koeman, en su presentación. / periodico

Albert Guasch

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Las turbulencias de la evidente crisis institucional, por mucho que la niegue el presidente, empezaron ayer a menguar, por mucho que le disguste a la oposición. No desaparecerán, pues por algo está a punto de despegar una concurrida carrera electoral, pero presumiblemente nos iremos centrando a partir de ahora en los jugadores que se irán, que seguirán y que vendrán. Las estrellas son ellos, las razones por las que nos gusta el fútbol, y no los ocupantes del palco o aspirantes a sustituirles. Sí, el fútbol es para disfrutar, como remarcó ayer Ronald Koeman, y el poder que lo dirige y sus disputas, una esfera más turbia y enredada que distrae de la esencia. Malo cuando se habla tanto de los que mandan.

Koeman recondujo, el día que a sus 57 años se plasmaba un sueño largamente esperado, el debate público hacia el césped. Justo lo que le convenía a Josep Maria Bartomeu. Seguramente lo que le apetece también al apaleado aficionado. Con Koeman se recupera la autenticidad que se perdió con Quique Setién, un cruyffista más teórico que real.

La radicalidad

Más allá de las apelaciones al control del balón y que el público se lo pase bien, que eso lo hemos oído en abundancia y ya con el párpado a medio caer, el nuevo entrenador aportó ecos genuinos del cruyffismo con su desafío a los futbolistas insatisfechos y con sus promesas de cambio. La radicalidad se ha hecho necesaria. Y más en su caso. Cuenta con solo un año, aunque en su contrato ponga que estará dos, para conquistar su propio futuro de azulgrana. No olvidemos que su carrera en los banquillos está jalonada por marcados altibajos.

La radicalidad se enfrentará ahora a la realidad, formada por contratos largos e inasequibles para el 99% de los clubs. Y uno en estas circunstancias no se va si no quiere, y menos de Barcelona. Vienen nuevas turbulencias. Más futboleras y (esperemos) digeribles.