Opinión | Editorial

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La última misión de Bartomeu

Tanto si la actual junta consigue llegar a marzo como si no lo hace, su papel es a partir de ahora únicamente de transición

Bartomeu

Bartomeu / periodico

El presidente del FC Barcelona, Josep Maria Bartomeu, dijo después del partido de Lisboa en el que se certificó el fracaso de la temporada, la obsolescencia de casi toda la plantilla y la necesidad de abrir un nuevo ciclo deportivo, directivo y social, que «pasarán muchas cosas». En la primera junta tras el descalabro que marca el fin de una época pasaron las justas. Tampoco podía esperarse más. Una, la confirmación de una decisión ya tomada, la de <strong>prescindir de Quique Setién</strong>, un entrenador al que el reto del Barça le ha ido  muy grande, y optar como relevo por Ronald Koeman, aunque su fichaje no podrá formalizarse hasta que resuelva su desvinculación con la federación holandesa. Elegir a uno de los héroes de Wembley supone volver la vista atrás, a otra época triunfante, el Barça de Cruyff que lleva años definiendo al club, sea por el deseo de emularlo, sea por el de negarlo. Lo primero hace años que no se consigue, y lo segundo ya se ha visto a qué ha llevado.

Lo que queda de la junta directiva del Barça después de sucesivas dimisiones y destituciones también decidió finalizar su mandato, lo que conduciría a unas elecciones el próximo mes de marzo. Aunque en el calendario se cruza una asamblea, en octubre, que en condiciones normales debería ser una prueba de fuego para Bartomeu. Quizá si no puede realizarse de forma presencial los dirigentes del Barça puedan ahorrarse algo mucho peor que una pañolada en el Camp Nou. Pero los estatutos del club establecen que la asamblea vote la liquidación económica de la presente temporada y los difíciles presupuestos de la próxima. Un voto en contra dejaría a Bartomeu con pocas opciones más que la de dimitir. 

Pero tanto si se llega a marzo como si no, la programación de la temporada 2020-2021, y nada más que ello,  recaerá en la actual junta, mientras que la que salga del proceso electoral tendrá por delante varios años para aplicar su modelo de club. A Bartomeu solo le queda la responsabilidad de ejecutar la necesaria operación de derribo previa a la reconstrucción, conseguir un Barça competitivo que no abochorne a sus seguidores el próximo año y dejar un legado que no maniate a su sucesor en la construcción de un nuevo proyecto.