Opinión | EDITORIAL

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Coronavirus: restricciones y acuerdos

Relajar la distancia social durante el verano ha tenido un coste superior al esperado, y se impone la responsabilidad para salvar el otoño

Dos hombres fuman sendos puros en una terraza de Barcelona, sin respetar la distancia de seguridad, este viernes 14 de agosto

Dos hombres fuman sendos puros en una terraza de Barcelona, sin respetar la distancia de seguridad, este viernes 14 de agosto / periodico

El virus avanza de nuevo. Con él, las restricciones. Y también –única noticia positiva– la capacidad de llegar a acuerdos entre las diferentes administraciones. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunció ayer nuevas medidas para luchar contra el covid-19. Todas ellas se implantarán en el conjunto del territorio español, han sido acordadas por unanimidad en la conferencia sectorial con las autonomías y queda abierta la puerta a que cada comunidad aplique restricciones más duras en caso de necesidad. Un paso a valorar en dirección a lo que Pedro Sánchez definió como modelo de cogobernanza, que no es más que la aplicación leal por todas las partes del modelo competencial que caracteriza un Estado compuesto. 

Coto a los botellones; prohibición de fumar en espacios públicos a menos que pueda asegurarse la distancia mínima; cierre de discotecas, salas de bailes y bares de copas; refuerzo en hostelería y restauración para garantizar la distancia interpersonal de 1,5 metros, tanto en mesas como en las barras; horario de cierre de restaurantes y bares a la una de la madrugada (con un tope de admisión desde las doce de la noche); procesos de evaluación de riesgo para eventos multitudinarios y nuevos controles en centros sociosanitarios... A estas medidas se suman recomendaciones del Gobierno para limitar los encuentros sociales que deberían ser interiorizadas y seguidas con una actitud mucho más responsable de la que muchos han mostrado hasta ahora. 

Un conjunto de medidas que suponen un auténtico y doloroso baño de realidad. Los contagios están creciendo a un ritmo alarmante y, sin necesidad de estigmatizar a colectivos genéricamente, parece indudable que la relajación que acompaña las actividades de ocio en periodo estival no es nada ajena a ello. Este paso atrás aleja toda esperanza de una recuperación rápida pero es la única posibilidad para que en otoño puedan reemprenderse actividades tan esenciales como la educación.

Sin duda, las dificultades con las que se han encontrado las comunidades al tomar las riendas del control sanitario han supuesto una cura de humildad. La situación es complicada: una gestión con menos crispación y más acuerdos será más productiva y llevadera.