DESDE LA VILA OLÍMPICA

De cara al mar

El Mediterráneo ordena pensamientos y vivifica almas y cuerpos, es la esencia del barrio

Una familia pasea en bicicleta por la Vila Olímpica, el pasado 28 de abril

Una familia pasea en bicicleta por la Vila Olímpica, el pasado 28 de abril / periodico

Sílvia Cóppulo

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El mar estaba a unos pocos metros, valiente y vital. Lo deseaba, pero no podía llegar a él. Eran los días duros de la pandemia y debía quedarme justo en el quiosco para comprar EL PERIÓDICO y volver a casa hasta que la gravedad amainara.

En estos últimos meses, he sentido que la Vila Olímpica y el mar están hechos el uno para el otro. El mar confiere identidad a la Vila, y esta última lo hace cosmopolita, moderno y atractivo. Salgo a caminar por el paseo Marítim. Hasta el Fòrum o hasta el Vela, recorriendo el Moll de Gregal, donde la energía emana del agua y te envuelve. El mar ordena pensamientos y vivifica almas y cuerpos. Es la esencia de la Vila, que albergó a atletas venidos de todo el mundo en los mejores Juegos de la historia.

Mi barrio vivido por mí es sencillo. Que Ricard me prepare una tortilla poco hecha en Divuit, que este sábado unos músicos jóvenes toquen jazz en Clorofila, 'Cinema Paradiso' remasterizado en los cines Yelmo Icaria es un sueño y, a una distancia tenue, nos enclava en el aquí i el ahora, el elegante cementerio del Poblenou.

Hay que respirar hondo cuando ves tantos carteles, donde reza "se alquila". Pero si acudes hoy mismo a una clase de 'spinning' o de "espalda sana" en el gimnasio Nova Icària, tu salud te esbozará una sonrisa. ¿Tienes sal? Me encanta el nombre que la asociación de vecinos le ha puesto a su plataforma de convivencia. La palabra 'salario' deriva de la cantidad de sal que, históricamente, se le daba a un trabajador para poder conservar sus alimentos.

Unos dicen que la Vila Olímpica nunca ha llegado a ser un barrio, y llevan razón. Los que opinan lo contrario, también están acertados. Calles anchas, ahora más silenciosas, pocas tiendas y gente que se mueve perezosamente, por aquello de que, siendo la primera, se vive como en una segunda residencia.

Recojo un libro en la biblioteca Xavier Benguerel de vuelta a casa. La cárcel de Wad-Ras me sigue interpelando. Internas que hablan tras las rejas con sus hombres en la calle y saber que, más adentro, alberga a quien fue presidenta del Parlament.