UN EJEMPLO

Pere Casaldàliga, rebeldemente fiel

El obispo catalán fue una figura incómoda en el seno de la Iglesia, pero que causaba admiración fuera de ella

Pere Casaldàliga, en un documental de TV-3

Pere Casaldàliga, en un documental de TV-3 / periodico

Miriam Diez Bosch

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Se puede hacer la revolución desde dentro. Pere Casaldàliga es un ejemplo revulsivo y diáfano de revolución interna que ha ofrecido la Iglesia Católica en los últimos tiempos. Un hombre tan comprometido que causaba más admiración fuera de la Iglesia que dentro, en algunos sectores, que toleraban perplejos y con alergia su teología de la liberación, su estar con los más excluidos, sus militancias.

Hace años otro obispo, Jacques Gaillot, lo intentó pero al final fue excomulgado. Era aquel que decía que "una Iglesia que no sirve, no sirve para nada". Casaldàliga era de esta cuerda. Ha sido un obispo incómodo. Un indicador vaticano para saber cuándo un obispo es molesto es contar el día en que cumplirá años como para poder dejar el cargo.

La cuestión radica en mirar qué dice el Boletín Oficial de la Santa Sede ese día. Si no lo quieren más, aceptan enseguida su renuncia episcopal, evidentemente agradecidos por los servicios prestados y nombrando rápido al sucesor. Recuerdo perfectamente el día en que esto pasó, era el 2 de febrero del 2005, en un par de meses más murió Juan Pablo II y los que éramos corresponsales en Roma en aquel tiempo sabíamos que no eran momentos para causas como la de Romero o Casadàliga . Eran años en los que no estaba Francisco, que con Casaldàliga ha sido no condescendiente, sino empático y alentador.

Descalzo por la tierra roja

Los obispos no suelen ser incómodas en la misma Iglesia, pero sí con las autoridades civiles con quien deben interlocutar. Los obispos habitualmente aceptan que deben tener mucha cintura para poder ejercer su triple 'munus', las tres funciones para las que han sido llamados: enseñar, santificar y gobernar, siguiendo el ejemplo de los apóstoles. Casaldàliga iba un poco más allá, y más que seguir a los apóstoles, se concentró en la figura del fundador.

Ir descalzo por la tierra roja, como describe Paco Escribano hablando de él, significa también seguir a un tal Jesús. Ser obispo es muy complicado, porque mantener vinculado al público interno, y saber negociar con el externo, es extenuante. Él optó por desvincularse de las estructuras, y eligió las causas de los sin-tierra y de la gente sencilla que encontró por el camino. Casaldàliga, con su peculiar manera de ejercer el episcopado, sabía que no encajaba, pero tampoco tenía ningún interés en salir de su selva amazónica.

Este misionero claretiano, lejos de su Balsareny natal, eligió Brasil, o Brasil lo escogió a él, porque en temas del espíritu, no se sabe quién tiene la iniciativa. Casaldàliga encarna un catolicismo con que mucha gente comulga: esencialidad, pobreza, radicalidad. Quien vaya a tomar nota, que esté atento a la avalancha de mensajes que llegan de condolencia y adhesión a su causa. Un catalán universal que ha dignificado el mandato evangélico de amar sin fisuras, de vivir ensanchando horizontes, de luchar por la justicia. Dejó uno de los epitafios más bonitos y exigentes que pueden llegar: "Al final del camino me dirán: ¿has vivido? ¿has amado? y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres".

Miriam Diez Bosch es Directora del Observatori Blanquerna de Comunicació, Religió i Cultura

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