DESDE L'HOSPITALET

En La Florida se veía venir

Aquí los veranos ya eran calientes y conflictivos desde hace años, y era obvio que la gente se iba a echar a la calle después de un confinamiento

Dos vecinas de L'Hospitalet caminan por una calle casi desierta, el pasado 15 de julio

Dos vecinas de L'Hospitalet caminan por una calle casi desierta, el pasado 15 de julio / periodico

Montse Santolino

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Después del Segrià, los primeros rebrotes importantes de Catalunya se registraron en la zona norte de L'Hospitalet. La pobre. Los rebrotes comenzaron en los barrios más densos y diversos. "Complejos" los llaman ahora. A la segunda ciudad del país no le gusta reconocerlo, pero la mitad de su gente, más de 130.000 personas, viven en estos barrios "complejos". El 15 de julio nos reconfinaron o semiconfinaron y la frase "se veía venir" no faltó en ninguna crónica. Con esa connotación de sospecha y culpabilidad. Con esa maldita connotación de "esta gente, ya se sabe".

Está claro que se veía venir. Desde hace años. En mi barrio-distrito de La Florida-Les Planes somos oficialmente 47.500 personas en menos de un kilómetro cuadrado. Solo oficialmente. La política de dificultar el empadronamiento del ayuntamiento ha hecho que en realidad no sepamos cuántos somos, y que ahora sea muy difícil controlar las cadenas de contagios. Somos un macrobarrio mucho más saturado que Bombay: 23.989 habitantes por kilómetro cuadrado en Bombay, 59.000 aquí. Vivimos demasiada gente demasiado cerca. Cabemos porque compartimos pisos pequeños y, sobre todo, porque no tenemos espacio público, ni zonas verdes, ni parques ni nada. Y como tantos barrios de migrantes, estamos cambiando la piel: 15.945 vecinos hemos nacido en Catalunya, 9.103 en otras comunidades autónomas y 22.457 en otros países. La mezcla de mal urbanismo, alta densidad de población, diversidad, pobreza y olvido institucional es mal plan en general y, ahora lo sabemos, una condena si llega una pandemia.

Aquí los veranos ya eran calientes y conflictivos desde hace años, y se veía venir que la gente se iba a echar a la calle después de un confinamiento durísimo para muchas familias y muchos niños y adolescentes que han resistido sin espacio, sin ventanas ni balcones, sin aire ni sol. Y se veía venir que llenaríamos las terrazas porque históricamente, y ante la falta de equipamientos, son nuestro espacio público preferido, y las patatas bravas la cena oficial de verano, el único capricho asequible para la mayoría de la gente. Desde la terraza del bar Manolo ya se ve venir que tendremos un invierno complicado. Pero ahora queremos respirar un poco.