Opinión | EDITORIAL
55.000 aspirantes a universitarios
Mientras las universidades temen un descenso de los alumnos de máster por la crisis, las peticiones para acceder crecen
La cifra de 55.000 preinscritos para entrar en la universidad es la más alta jamás registrada en Catalunya, el 13% superior (7.377 estudiantes más) que el curso pasado. Este aumento podía ya preverse cuando se supo que los que habían superado las pruebas de acceso superaban por primera vez los 30.000. Ante las dificultades que han debido afrontar los alumnos para finalizar sus estudios de secundaria durante los meses más duros del confinamiento y preparar y realizar las pruebas de selectividad en unas condiciones menos que óptimas, las notas del expediente final del bachillerato (no tanto las de la prueba de acceso a la universidad, que prácticamente fueron una repetición de las del 2019) reflejaron una evaluación probablemente benévola. El incremento de casi un punto en las calificaciones medias no solo ha hecho aumentar la nota de corte sino que ha incrementado el número de alumnos con posibilidad de tramitar su preinscripción universitaria. Sin embargo, en el incremento de estudiantes, aparte de estas circunstancias, se reflejan otros factores como el número de los que deciden cambiar de grado (un 25% más que en otros años), de los provenientes de la FP y de los que desean acceder a las universidades catalanas desde otras comunidades autónomas (un 32% más).
Conviene recordar que la nota de corte (el mínimo que se precisa para entrar en una determinada titulación; de hecho, la nota del último alumno que consigue la plaza) no es una exigencia volátil de cada universidad ni un indicador de calidad o excelencia de cada uno de los estudios sino el resultado de la relación entre la oferta de plazas de cada grado y de la demanda para entrar en él. Si aumenta la demanda, como este año, se encarecen las posibilidades de matricularse en la carrera pensada como primera opción. Entre las más solicitadas, a parte de las habituales en los últimos cursos, relacionadas con Matemáticas, Informática y Economía, cabe destacar el aumento de las peticiones en Medicina, Enfermería y Psicología, probable consecuencia de la sensibilización sobre el valor social de las profesiones vinculadas con la salud tras la pandemia, y también del cálculo sobre sus salidas profesionales en un momento en que la reconstrucción del sistema sanitaria se ha convertido en una prioridad.
Todo ello redunda en una cifra de aspirantes ciertamente considerable si tenemos en cuenta que las plazas que se ofrecen son unas 40.000. El sistema universitario debe encontrar un equilibro entre estas nuevas peticiones de acceso (en momentos de crisis económica se tiende a prolongar y ampliar la permanencia en el sistema educativo) y la previsible y preocupante bajada de la demanda de estudios de máster. También deberá hacer compatible el objetivo de que nadie quede fuera de la universidad por motivos económicos y la imposibilidad de multiplicar las plazas en un reflejo automático de la demanda y las curvas demográficas. La gestión correcta del sistema debería concentrar los posibles ajustes en la posibilidad de cambiar de carrera o afrontar una segunda titulación y mantener abiertas las puertas de la universidad a quienes aspiren a tener esta oportunidad.
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