IDEAS
O arte o catarsis
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
Cuando oponemos arte y entretenimiento olvidamos a menudo una tercera necesidad básica universal: la catarsis, previa al descubrimiento, ni de lejos universal, de la rueda del arte. Perviven aún en la Amazonia, aunque amenazadas por la derecha sin careta, tribus sin producción artística ni forma alguna de entretenimiento, sexo sin barreras aparte, que no sea el ritual colectivo catártico más o menos hebdomadario, inducido por sustancias estupefacientes que solo ellos conocen. Los sonidos ritmados, monótonos, y los movimientos espasmódicos del cuerpo completan la tríada que conduce indefectiblemente al éxtasis compartido. Para no pocos de nuestros jóvenes y no tan jóvenes una pálida reminiscencia de la sabiduría paleolítica es imprescindible para compensar la angustia o la monotonía del vivir. Basta sustituir o acompañar la droga, aunque sea alcohol de garrafa, por la música amplificada. El sofisticado afán de belleza de unos cuantos no debería ser proyectado sobre, por ejemplo, unas pinturas rupestres con exclusivo sentido invocatorio.
Los museos no pueden competir con el audiovisual ni con el Shambala, y menos con el botellón
La crisis cultural de la pandemia ha producido bastante literatura innovadora, a cargo de directores de museos de arte en carrera desatada por reinventar y transformar sus establecimientos, como si no bastara la labor de conservación y difusión. El objetivo, embaucar a los políticos que los nombran con falsas promesas de atraer más público a base de intensificar la experiencia de la visita.
No es preciso que se esfuercen. En los museos no hay catarsis colectiva. Los museos no pueden competir con el audiovisual ni con el Shambala, y menos con el botellón. Los museos no son espacios idóneos para el entretenimiento ni propician los rituales que conducen a la cata artificial del más allá propio de nuestra especie. Si llevan a las criaturas en visitas escolares es para hinchar el número de visitantes y por si algún adolescente queda tocado. Son pocos pero la herida dura siempre, porque en cuestión de arte, al contrario que en la catarsis, los llamados son todos y muy, muy escasos los autoescogidos.
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