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Tras la catástrofe del 18%

El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos afirma que el futuro es "extraordinariamente incierto"

Joan Tapia

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El miércoles Jay Powell, presidente de la Reserva Federal, la máxima autoridad monetaria americana, dijo que el futuro es “extraordinariamente incierto” porque los rebrotes de la pandemia están frenando una muy incipiente recuperación. El jueves el presidente Trump lanzó la idea de retrasar las elecciones presidenciales de noviembre, algo para lo que no tiene autoridad y que no se hizo ni en 1944, en plena guerra mundial.

Las caídas del PIB en el segundo trimestre han sido brutales: 9,5% en Estados Unidos, 10,1% en Alemania, 13,8% en Francia y un horrible 18,5% en España. Y esta semana hemos sabido que en el segundo trimestre se perdieron un millón de empleos (ertes aparte) y que el déficit público se multiplicó por cinco en el primer semestre, llegando a 48.700 millones, el 4,2% del PIB (más que en todo el 2019). Causas: el incremento del gasto (24%) para pagar ertes y frenar el desplome económico y la caída de los ingresos (14,4%).

Ante los graves datos económicos es muy perniciosa la ausencia de un mínimo consenso entre los dos grandes partidos

Está claro que la economía española es mas débil que la europea y que sin el plan de recuperación económica, que Pedro Sánchez ha logrado con la ayuda de la Alemania de Merkel (gran coalición), España estaría en coma. Solo en Europa, y con ayuda europea, podremos sobrevivir a la crisis sanitaria y económica.

Además, los brotes de la pandemia -mal afrontados y comunicados, en especial en Catalunya- han dado la puntilla a una ya muy débil campaña turística. Y el turismo suavizó nuestras crisis anteriores. Además, Italia está afrontando bastante mejor los rebrotes de la pandemia. ¿Causas? Más eficacia en los rastreos que los de las comunidades autónomas. Y el estado de alarma -aquí tan criticado- se acaba de prorrogar hasta el 15 de octubre. Pero no saquemos conclusiones rápidas, todo es muy volátil.

La frase de Jay Powell es pues muy adecuada para enjuiciar la situación española. Estamos ante una catástrofe económica y sanitaria cuya salida es extraordinariamente incierta. Y en nuestro caso hay que añadir que endemoniada. Porque somos más débiles (-18% del PIB contra -10% de Alemania) y porque nuestro sistema político -olvidado el virtuoso miedo de la transición- funciona peor que el de otros países. Ante una caída del PIB del 18% -de la que ni el PP ni el PSOE son los primeros responsables- un mínimo consenso entre los dos grandes partidos sería imprescindible. Pero “no es no”. Sánchez es ingenuo con el triunfalismo de los aplausos de sus ministros y diputados (sin distancia social). Pablo Casado es irresponsable al calificar el plan de recuperación europeo de rescate. Es el mundo el que lucha por salir de una grave crisis causada por una pandemia imprevista, desconocida y muy maligna.

La privación del tercer grado a los  presos independentistas no ayudará a encauzar la solución de la crisis catalana

Pero a la total falta de consenso entre los grandes partidos hay que añadir la crisis identitaria y territorial. La conferencia de presidentes para aunar esfuerzos ante la crisis es una buena iniciativa, aunque pretender un exceso de liturgia puede ser equivocado. Al final Urkullu ha asistido porque es inteligente y realista. Pero Torra -montado en el rocinante de la independencia- ha optado por el corte de manga. Cree que le beneficia ante la inminencia de las elecciones catalanas.

Torra se equivoca todavía más que Casado. España es una democracia (imperfecta, como todas) y negarlo solo daña al independentismo y a Catalunya, que ya crece menos que la media española. Pero el conflicto catalán -hace ya diez años de la sentencia del Constitucional- tiene que encauzarse. Caso contrario, el independentismo tiene suficiente fuerza no para romper España, pero si para complicar la gobernabilidad. Por eso -argumentos jurídicos aparte- es inconveniente que se haya privado del tercer grado a los políticos condenados. Solo conseguirá crispar y favorecer el radicalismo en la campaña catalana.

Ante la catástrofe del 18% no solo tenemos a los dos grandes partidos en clima cercano a la guerra civil sino también topamos con la desafección con la idea de España -advertida por José Montilla antes de la sentencia del Estatut- de la mitad de los catalanes.

Minuto y resultado: el Gobierno, legítimo y constitucional -aunque no guste a la derecha y esté Podemos- no tiene mayoría para aprobar los presupuestos. Y ahora, con Puigdemont en cruzada contra un confuso Junqueras, solo podrá aprobarlos con Cs. Si el sectarismo se impone y no salen, ¿cómo podrá mirar la clase política al pueblo lógicamente asustado y desorientado? ¿Y qué pensarán los gobiernos europeos que nos ofrecen 'gratis total' 70.000 millones?

El futuro es, Powell 'dixit', extraordinariamente incierto.

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