LA ESTRATEGIA DE LAS DERECHAS

Una moción sin emoción

La ultraderecha sabe que, de momento, no puede derribar lo que hay; por eso, mejor derribar a sus homólogos de las demás derechas

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados. / periodico

Javier Aroca

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Ustedes verán, no creo que se vayan a su cortas y merecidas vacaciones de agosto con el alma encogida, sobresaltados,  por el anuncio de la extrema derecha de que va a poner una moción de censura contra  el Gobierno. No, claro,  y menos después de que la derecha en general, a través de todos sus resortes, incluidos los mediáticos,  haya llegado a la conclusión de  que, en realidad, la moción va contra la mismísima derecha de siempre, es decir, el PP, la resultante del consenso del 78. Tarde se han dado cuenta, pero al fin. 

Está pasando. La derecha, en su torpeza, no deja de aprovechar ocasiones para que el Gobierno de coalición interprete en el teatro parlamentario, sacando pecho, su fortaleza y siga anunciando su  permanencia. A cada sesión parlamentaria en la que se supone que el Gobierno debe acusar deterioro, el Ejecutivo de coalición se erige con más fuerza.

En realidad, la ultraderecha sabe que, de momento, no puede derribar lo que hay; por eso, mejor derribar a sus homólogos de las demás derechas, y lo está consiguiendo. Me temo, con sus críticos, que, además del PP, a Pablo Casado este anuncio de moción  de censura le va a sentar fatal. De  hecho, sus andares cada vez se parecen más a los de su antecesor Antonio Hernández Mancha, con barba pero con la misma inane condición. Si existiera el verbo, diría que 'hernandezmanchea'. 

Pedro Sánchez estaba llamado en la última sesión parlamentaria  a presumir de gestión europea, no necesitaba clá parlamentaria, pero quizá su servicio de inteligencia parlamentaria falló y de ahí que, pensando en un posible aforo opositor capaz de abuchearlo, creyó que era mejor convocar a toda su grey parlamentaria. Se equivocó, no lo necesitaba y mostró un flanco crítico sin beneficios. 

Pero tampoco estaba la derecha muy interesada en que quedara en la sesión patente el indudable éxito del Gobierno de coalición en la UE, que de eso se trataba. De lo que de verdad importa, que diría Mariano Rajoy. Vendrán 140.000 millones, muchos millones, tantos como infantiles los argumentos parlamentarios para desmentir el éxito del Gobierno de coalición  y el frente mediterráneo de la UE. 

El PP de Casado se queda sin argumentos y, ahora, la derecha que no tuvo reparos en apoyar a la extrema derecha  con tal de debilitar al Gobierno de coalición ve el peligro de que la extrema derecha se apodere del centro del debate para marcar el ritmo político de España. 

El Rey y Catalunya

La indigencia política  de Casado queda reflejada en que en su intervención no haya tenido otro recurso que acudir a los problemas del Rey y Catalunya, a falta de un Gibraltar veraniego  y cualquier otra serpiente de verano. Como si los problemas de Catalunya no tuvieran nada que ver con  la fatal gestión de los gobiernos del PP y  los problemas de la Casa del Rey tuvieran que ver con la izquierda de España y no  con la actuación incondicional de las fiscalías helvéticas y  la prensa internacional, a falta de mejores hispanas. 

Pobre derecha y, por ello, mal tiempo para mejorar en la izquierda. Como decía Benjamin Disraeli, no hay buen gobierno sin una oposición temible, y esta oposición no solo no es temible sino que es la principal aliada de un Gobierno que, visto lo visto, ha llegado para quedarse.