CONSECUENCIAS DEL CORONAVIRUS

Vacaciones en tiempos de pandemia

El verano del 2020 es muy diferente de los anteriores y quizá podemos utilizarlo para pensar cómo se pueden hacer mejor las cosas en el futuro

Escasa afluencia en el aeropuerto de Barcelona-El Prat, este lunes 27 de julio

Escasa afluencia en el aeropuerto de Barcelona-El Prat, este lunes 27 de julio / periodico

Pere Puigdomènech Rosell

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Las vacaciones de verano del 2020 no serán iguales a las de los años precedentes para mucha gente. Por un lado, el turismo está muy afectado por las restricciones en los viajes. Tanto porque no llegan turistas de países que venían a nuestra casa a millones, como para que, por razones de prudencia o de ahorro, mucha gente pase vacaciones cerca de casa. Por otro lado, vamos viendo que serán necesarias medidas de protección en las semanas que vienen. El verano del 2020 será muy diferente de los anteriores y quizá podríamos utilizarlo para pensar cómo se pueden hacer mejor las cosas en el futuro.

El nuevo coronavirus llegó hace menos de un año y no sabíamos nada de él. En pocas semanas hemos aprendido muchísimas cosas, la mayoría preocupantes; hemos ido aprendiendo a convivir con él, pero todavía no lo hemos controlado. Ha habido esperanzas que no se han cumplido como que con el buen tiempo el virus se detendría y parece que hay buenas noticias de las vacunas, pero van a pasar meses antes de que lleguen a aquellos que las necesitan. También ha sido confirmado que el SARS-CoV2 presenta un riesgo grave sobre todo para ciertos fragmentos de la población. Por lo tanto deberíamos comprender que medidas de higiene y de distanciamiento social o incluso de pérdida de movilidad pueden ser necesarias. Y estas deben estar bien explicadas, deben ser proporcionales y deben aplicarse de forma temporal.

La necesaria colaboración de todos

Estas medidas a veces son difíciles de ser aceptadas. Vivimos en una sociedad democrática que se basa en el respeto de las libertades individuales, entre otras la de moverse por el territorio sin restricciones. Y estamos acostumbrados a reunirnos y hacer actividades en común que quisiéramos mantener. Un buen ejemplo son las actividades de gran parte del mundo de la cultura. Las restricciones que han sido adoptadas afectan en particular a los jóvenes que son justamente aquellos que pueden ser menos afectados por la enfermedad de forma directa. Hacer entender que se trata de un objetivo de bien común y solidaridad puede no ser fácil. En este país no tenemos bien asumido que la libertad de los individuos implica responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás. Y que una tarea de prevención implica la colaboración de todos.

Ayuda a este ejercicio cívico que las medidas que se toman sean bien comprendidas por todos y es muy probable que ni las autoridades competentes hayan explicado las razones de sus decisiones ni parece tampoco que hayan demostrado un comportamiento coherente durante la crisis. También la comunidad científica tiene que aprender mucho sobre cómo debemos comportarnos en situaciones en las que cada día se encuentran resultados nuevos y algunos de ellos no están comprobados. Es inevitable que en esta situación aparezcan opiniones divergentes y que en algunos casos los que las proponen quieran ser escuchados y quieran incluso imponer sus ideas. En estas situaciones el contraste de ideas entre profesionales y entre puntos de vista diferentes es necesario. Esta deliberación no ha sido suficientemente hecha en nuestra casa y todos tenemos responsabilidad de ello.

Este verano es probable que no viajemos tanto y puede que sea una tendencia que se quede. Ya nos estamos acostumbrando a reunirnos desde casa por trabajo y lo seguiremos haciendo más porque a menudo resulta ser más sencillo y económico y tiene menos impacto sobre el medioambiente. Quizá en adelante tampoco consumiremos de forma compulsiva como lo hacíamos. Y que en la producción de bienes y también de alimentos iremos reduciendo las cadenas de producción que las hacen vulnerables. Pero tendremos que tener cuidado con los efectos económicos y sociales de todo ello.

Habrá también que ir pensando en aquellos aspectos de la organización social que no han funcionado suficientemente bien en estos momentos de tensión. Ha quedado claro que gastamos demasiado poco en sanidad, probablemente también en ciencia y puede que no lo estábamos haciendo de forma eficiente. También ha quedado demostrado que no estamos bien organizados para ayudar a la gente vulnerable y que la solidaridad entre todos debería ser un valor tan importante como la libertad a la que no queremos renunciar. El hecho es que en este final de julio España tiene el número de infectados por covid-19 más alto de Europa por habitante y Catalunya está entre los lugares más afectados. Podríamos concluir que no han sido tomadas las decisiones correctas en el buen momento por quienes nos gobiernan. Y también que todos no estamos respondiendo con suficiente responsabilidad. Las razones de estos hechos deberían ser materia para pensar, sobre todo cuando estamos de vacaciones.