Opinión | DESDE SANT MARTÍ
Doctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE

Liliana Arroyo
Liliana ArroyoDoctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE
Liliana Arroyo
El 'carpe diem' en las chancletas
De momento, no tenemos síntomas de gentrificación, quizá por eso no parece un verano tan diferente de los demás

Varios jóvenes descansan o hacen deporte en el parque de Sant Martí, el pasado 17 de julio / periodico
Desde el balcón cuento los aparcamientos libres, termómetro inequívoco de las vacaciones. La pescadera también nota que hay menos gente, y los que quedamos, dice, coincidimos todos a la hora que ella ya empezaría a recoger. La mayoría ha huido hacia los pueblos, a menudo en dirección hacia Andalucía o Galicia. Esto revela la historia del barrio, que salta del pasado libertario a la acogida de nuevas familias durante el desarrollismo franquista. Las vecinas veteranas de la escalera, aquellas que se sientan en el banco a tomar el fresco y pasan revista de los movimientos del portal, me ponen al día de <strong>la tienda que este verano duda entre quedarse sin vacaciones o bajar la persiana definitivamente.</strong> Una secuela más de la primavera confinada.
Paseo a menudo y tomo el pulso al barrio. En el aire flotan las ganas dejar atrás las restricciones y la desorientación ante la incertidumbre que inunda todos nuestros planes más allá de mañana. Los parques están llenos de criaturas y familias que hablan en corrillos distantes, comentando dónde irían si pudieran teletrabajar. Cuando el sol deja de arder, decenas de adolescentes y jóvenes se encuentran en la plaza de delante del instituto que pisaron por última vez en el mes de marzo. Las tardes llenan las terrazas de los bares, y a la hora del resopón todavía puedes encontrar heladerías abiertas para dar una vuelta tarrina en mano.
En Sant Martí no añoramos a los turistas, sobre todo porque nunca se han paseado por aquí. Estamos bastante cerca del mar como para que las gaviotas nos despierten por la mañana con sus graznidos, pero lo suficientemente lejos para desconectar de la arena y el bullicio. La oferta gastronómica es poco internacional, la cultura hípster o la demanda de productos ecológicos que abundan en el Poblenou aún no han cruzado la Gran Via. De momento, no tenemos síntomas de gentrificación, quizá por eso no parece un verano tan diferente de los demás. Salvo que llevamos el 'carpe diem' entre chancleta y chancleta.
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