EL TABLERO CATALÁN

Puigdemont en las Termópilas

Bonvehí se ha convertido sin querer en un Leónidas que aguanta las embestidas de Jerjes con un puñado de espartanos que se saben en una lucha desigual, pero que aún así no abandonan la posición

Torra escucha la intervención por videoconferencia de Puigdemont, en el acto inaugural del congreso fundacional del nuevo Junts per Catalunya.

Torra escucha la intervención por videoconferencia de Puigdemont, en el acto inaugural del congreso fundacional del nuevo Junts per Catalunya. / periodico

Josep Martí Blanch

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Semana grande para Carles Puigdemont. Tras su silencio pandémico tocaba poner en marcha de nuevo los altavoces de Waterloo. La promoción del libro 'M’explico' (Me explico), escrito a cuatro manos con el amigo-periodista Xavi Xirgo, era la excusa perfecta para armar una maratón mediática de reivindicación de las decisiones de 2017 a modo de bendición de las aguas con las que bautizar a su nuevo partido.

En una de esas entrevistas, en RAC-1, Puigdemont contestó, al ser preguntado por si encabezaría la lista a las elecciones, que "no puedo hacer planes más allá de una semana. En las circunstancias en las que me encuentro, no puedo hacerlos". La frase encierra, como una pastilla de caldo concentrado, la oferta electoral de Puigdemont-Jordi Sànchez a la sociedad catalana para el futuro inmediato: un 'no plan'. O más bien uno de muy sencillo: seguir al flautista cuando éste se ponga a soplar, sin que importe la melodía.

El sábado, en el bautizo del invento, se observó una paradoja notable. Tanto maldecir a Convergència para acabar convirtiendo la puesta de largo del invento en un correr a mamar de las ubres terminológicas del pujolismo. Hasta el punto de que Quim Forn utilizó la expresión ochentera "pal de paller" (eje central) para resumir el objetivo que ha de perseguir la nueva formación política. Jordi Turull, otro ilustre convergente, estuvo más acorde con los tiempos de infantilización política que vivimos cuando convirtió una frase que sus hijas utilizan para darse ánimos cuando estudian en lo que debiera ser el modo de hacer política del nuevo partido: "Si vas, vas a gas. Y si no, ¿para qué vas?". Toda una estrategia.

El control orgánico

El partido de Puigdemont tiene trabajo por delante. La saga cinematográfica de 'El padrino' nos enseñó a todos la cara oculta de los bautizos. Mientras el agua bendita moja la cabecita del bebé ante la emoción de familiares e invitados, en otros escenarios se envía expeditivamente a algunos adultos a dormir con los peces. La batalla por el control de los cargos orgánicos del nuevo partido no está resuelta y no es un asunto menor. Hay una forma de disimular las desavenencias. Consiste en vestirlas de proceso democrático de decisión y es lo que se anunció el sábado.

El control orgánico del nuevo partido era el canto de sirena con el que los presos de la órbita del PDECat, y también Artur Mas, intentaron seducir a David Bonvehí de que se aviniera a diluir su formación dentro de la nueva, utilizando como señuelo que "una vez dentro, lo acabaremos gobernando nosotros". Pero no coló.

Y ahí está el principal escollo del no plan de Puigdemont y Junts. Ha habido una revuelta contra la pretendida superioridad moral del exilio y la cárcel. El PDECat debería, a estas horas, ser historia. Pero sigue respirando. Plantado en las Termópilas, Bonvehí se ha convertido sin querer en un Leónidas que aguanta las embestidas de Jerjes con un puñado de espartanos que se saben en una lucha desigual, pero que aún así no abandonan la posición, mientras sueñan que algún día lleguen los refuerzos en forma de las palabras de apoyo que, según explican, Mas les ha prometido.

El paso de las Termópilas que defiende el PDECat es clave para el tándem Puigdemont-Sànchez porque rompe el discurso del carril central, del 'pal de paller', ya muy amenazado por el hecho de que personajes como Andreu Mas-Colell, digan públicamente que no es hora de nuevos inventos y que ahora ha llegado la hora de ERC. Si el PDECat resiste -la próxima prueba a superar es su consejo nacional a celebrar el jueves- el invento de Puigdemont no podrá conseguir sus objetivos porque aún no ha nacido alguien -por muchas jugadas maestras que su entorno esté dispuesto a atribuirle- capaz de sumar restando.

Compensar el monopolio

La semana también ha sido activa para Oriol Junqueras, que la inició con una entrevista en TV-3 y otras apariciones encaminadas a reivindicarse ante los focos para compensar el monopolio del protagonismo del que iba a disfrutar Puigdemont. De las intervenciones de Junqueras se desprende un mensaje preocupante. Ambos, él y Puigdemont, actúan como si la cárcel y el exilio sean un detergente del desastre político que protagonizaron en 2017. Y de hecho, así hay que reconocerlo, el blanqueador funciona perfectísimamente.

Si alguien tiene algo que decir, que pase tres años en la cárcel antes de atreverse a abrir la boca, dice Junqueras cuando se siente cuestionado por un entrevistador, dejando claro que el amor que siempre pregona está destinado principalmente a su personal autoconsumo. Nuevamente el combate Puigdemont-Junqueras encima de la mesa. Como vivir en un permanente paréntesis. Como si el castigo -injusto, excesivo, vengativo- a los profetas hiciera buenas sus profecías.

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