IDEAS

El espectáculo del dinero

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Jordi Puntí

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Los sábados, el 'Financial Times' publica uno de los mejores suplementos culturales del mundo, 'Life & Arts'. A menudo lo leo con admiración y me pregunto si, más allá de nuestras fronteras, realmente hay economistas, banqueros y empresarios que creen que la cultura les salvará. Casi como un antídoto, el mismo diario saca una vez al mes otro suplemento, a todo color, que es pornografía del lujo. Con el título 'How to Spend it' ('Cómo gastarlo'), es un desfile de mansiones en venta en la Toscana, relojes de medio millón de euros, subastas de pop-art y ropa de diseñadores exclusivos.

La miniserie 'Jeffrey Epstein: Filthy Rich' tiene el mérito de dar voz a las víctimas del multimillonario que abusaba de menores de edad

Hace tiempo que la opulencia ha traspasado el muro de la privacidad y se ha convertido en un espectáculo. Lo vemos en las series dramáticas estadounidenses: normalmente trataban de abogados, médicos o policías (o todo junto) y ahora se han añadido los millonarios y sus conflictos familiares, de herencias y corrupciones. Hace poco, dos series de este tipo –'Billions' y 'Succession'– coincidían en una misma escena. Una cena exclusiva en que los protagonistas comían una delicadeza prohibida: los famosos pajaritos fritos. La metáfora social estaba servida.

La ficción sobre los magnates siempre ha atraído el público, pero ahora se mezcla con la realidad. Todo indica que los nuevos ricos del mundo, el famoso 1%, ha entendido que la emoción de ser exclusivo consiste más en exhibir la riqueza que no en disfrutar de ella. Así, una miniserie documental como 'Jeffrey Epstein: Filthy Rich', que se puede ver en Netflix, tiene el mérito de dar la voz a las víctimas del multimillonario que abusaba sexualmente de menores de edad. Pero de fondo también hay otra idea: protegidos por las autoridades, los ricos se libran casi siempre, y como para confirmarlo nos enseñan el lujo en que se movía Epstein, ya fuera en la mansión de Palm Beach o en una isla privada del Caribe. El decorado excesivo es también una forma de engañarnos con la ficción. No puede ser verdad, nos decimos los del otro 99%, y entretanto los millonarios de Silicon Valley se gastan la pasta construyendo refugios antiatómicos en Nueva Zelanda, y Elon Musk proyecta viajes colonizadores a Marte.