Veto a las fiestas

Juventud irresponsable

Suena extraño que la inteligencia de los jóvenes sea juzgada con tanto atrevimiento por los adultos del país que peor ha gestionado la pandemia

El TSJC mantiene las limitaciones horarias de bares y restaurantes

El TSJC mantiene las limitaciones horarias de bares y restaurantes / periodico

Matías Vallés

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El estado adulto es la traición a los ideales de juventud, así que el Estado adulto ha encontrado en el coronavirus la coartada perfecta para extirpar cualquier conato de rebeldía en su raíz juvenil. Desde los púlpitos <strong>se satanizan las fiestas</strong> de fin de curso o playeras, cualquier comportamiento de los cachorros humanos se descalifica por inapropiado, siempre bajo la amenaza de contagio. Los medios de comunicación fríos dictaminan eruditos sobre la “irresponsabilidad”, los calientes les acusan directamente de “imbéciles”.

Suena extraño que la inteligencia de los jóvenes sea juzgada con tanto atrevimiento por los adultos del país que peor ha gestionado la pandemia, según un estudio de la Universidad de Cambridge. Recordar que la juventud irresponsable garantiza la renovación social suena demasiado ambicioso, en la era de la adhesión supersticiosa a las mascarillas.

Queda más próximo recordar que se veta la componente dionisiaca de la fiesta a una generación aplastada, vital y económicamente, por un confinamiento que no iba con ellos. Basta analizar la incidencia y gravedad de los contagios de menores de 40 años, sojuzgados por quienes se sitúan del lado equivocado de esa barrera.

Era inevitable que la epidemiología virara hacia la moralidad. Se despliega más dureza, también verbal, contra una fiesta juvenil que contra las residencias de ancianos donde se ha registrado una auténtica carnicería. En lugar de plantearse qué falló para que España tenga más muertos que cualquier país de su entorno, se descarga la irresponsabilidad de rebaño sobre una generación que se merecía un homenaje singularizado por su comportamiento ejemplar durante el año del coma social inducido. No han recibido ni una disculpa y, para defenderse de las acusaciones de congraciarse aquí desde la santurronería con la juventud, cabe recordar que no muestran una especial proclividad hacia los medios convencionales. Esta pieza habla a los mayores, a quienes confunden de nuevo la obediencia con la inteligencia.