La estrategia contra el covid-19

Economía política de la pandemia

Contener el coronavirus o proteger la actividad y el empleo es un falso dilema, y más en un país donde el turismo tiene un peso excesivo

Punto de control por el coronavirus en el acceso a una playa de Barcelona

Punto de control por el coronavirus en el acceso a una playa de Barcelona / periodico

Josep Oliver

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Parece que no salimos de penas. Y a las decisiones de confinación más o menos severa del Segriàla Noguera, Figueres y, en particular, del área metropolitana de Barcelona, se ha añadido ahora la advertencia de Jean Castex, el primer ministro francés, acerca del posible cierre de la frontera que limita con Catalunya. Este aviso se añade al creciente, e indeseable, protagonismo de Barcelona como ciudad en la que la epidemia no está controlada: cualquiera que esté atento a la prensa internacional, en particular francesa y británica, habrá comprobado cómo las noticias sobre la situación en la capital de Catalunya figuran entre los hechos más relevantes de la dinámica del covid a escala global.

Esta inesperada popularidad merece algunas reflexiones. La primera, destacar la impericia y la imprevisión del Govern de la Generalitat, y de su 'consellera' de Salut, Alba Vergés, un aspecto sobre el que llueve sobre mojado. Recuerdo todavía febrero, cuando los primeros atisbos de la epidemia comenzaban a emerger, y la 'consellera' nos tranquilizaba afirmando que los casos estaban perfectamente controlados. Lastimosamente no fue así. Y estos últimos días parecen un 'déjà vu' de aquel febrero infausto. Sobre este particular, poco pues se puede añadir: el Govern no tenía los centros de salud habilitados con los tests suficientes y, de haberlos, no ha dispuesto más que de una parte del equipo humano necesario para el seguimiento de los casos. Y el argumento que se esgrime para justificar esta incapacidad, que los rebrotes se esperaban para más adelante, no es de recibo: la improvisación de febrero-marzo tenía que ser la última.

Poco margen de maniobra

Pero más allá de esos errores de apreciación y previsión, tienen mayor relevancia los impactos que puedan acabar generando sobre una dinámica económica de por si terriblemente golpeada. Si hasta hace pocas semanas, las previsiones de contracción del PIB español, y lo que sucederá en Catalunya no será muy distinto, apuntaban a una caída en el 2020 de entre el -10% y el -13%, la pérdida que se puede estimar hoy será mayor, incluso con una rápida reversión de la difícil situación actual. Porque la modesta e incipiente recuperación que se anticipaba en esta tardía campaña de verano, por muy deprisa que se contengan los brotes actuales, será corta: y sus efectos, serán más severos porque afectan a un tejido productivo muy castigado por el primer choque de la pandemia.

Además, el margen de maniobra de la intervención pública es hoy muy reducido, justamente por el amplio conjunto de medidas puestas en marcha para contener los peores efectos de la pandemia (soporte a las rentas de trabajadores y autónomos, apoyo a la liquidez empresarial y reforzamiento de las estructuras sanitarias). Tanto por ello como por la caída de ingresos, la capacidad financiera del Estado español y de la Generalitat está más que debilitada. Los erteslos programas de apoyo a autónomos y los avales ICO difícilmente van a poder mantenerse mucho más allá de septiembre, porque no queda mucho margen adicional, como muestra la explosión del déficit público (probablemente en el entorno de los 180.000 millones de euros solo en el 2020). Añadan el alza del endeudamiento (del 95% al 125% del PIB), y tendrán una visión más precisa de lo que nos aguarda: para el 2021 se comenzará a hablar, de nuevo, de recortes y consolidación fiscal. Y las discusiones estos días en Bruselas sobre el Plan de Reconstrucción anticipan parte de lo que está por venir. Además, la dinámica de la pandemia en el resto del mundo tampoco es particularmente favorable: los brotes se suceden desde Australia y Nueva Zelanda hasta EEUU, y desde estos a Tierra de Fuego, pasando por Japón, Corea y Singapur, por lo que es difícil esperar un próximo alivio por parte de la demanda exterior.

Desde el principio de la crisis sanitaria el debate ha estado entre contener la epidemia o proteger la economía y los empleos. Y la secuencia de entradas del confinamiento y salidas, más o menos apresuradas como las de Barcelona, ilustran esta tensión. Pero visto lo visto, y lo que emerge de EEUU y el Reino Unido, este ha sido un falso dilema: sin un férreo control de la enfermedad, la economía difícilmente mejora y más en un país, como el nuestro, con un peso excesivo del turismo y de la demanda interna y externa a él vinculada. Mal nos pese, habrá que dar nuevos pasos atrás para poder avanzar con seguridad. Esperemos que la Conselleria de Salut y el Govern hayan aprendido de lo sucedido las últimas semanas. Todos nos jugamos mucho.

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