La evolución de la humanidad

El coste del crecimiento de 'sapiens'

No hay soluciones simples para conciliar el imparable consumo de nuestra especie con un futuro viable

Cientos de personas, en una carretera cercana a Nueva Deli, en una imagen de archivo

Cientos de personas, en una carretera cercana a Nueva Deli, en una imagen de archivo / periodico

Mariano Marzo

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En unos 70.000 años, la población de 'Homo sapiens' ha pasado de miles de cazadores-recolectores que intentaban sobrevivir a la amenaza de extinción a cerca de 7.800 millones. Se trata de una historia fascinante de cómo hemos ido poblando el planeta en base a nuestra creciente capacidad de transformar y aprovechar la energía del medio que nos rodea.

A grandes rasgos, a medida que el consumo de energía per cápita aumentaba, también lo hacia el producto interior bruto y la esperanza de vida, al mismo tiempo que las tasas de natalidad y de mortalidad infantil caían. La disponibilidad de energía es esencial para el desarrollo humano porque aumenta la capacidad de realizar un trabajo y de operar cualquier tipo de transformación. Hoy en día, en nuestra compleja civilización moderna, cada bebé nacido, bit transmitido o material transportado demanda energía. Y, desde una perspectiva histórica, cabe recordar que nuestros antepasados cazadores-recolectores consumían una cantidad de energía per cápita, en forma de alimentos y leña, equivalente a 5-6 gigajoules por año, mientras que hoy en día los ciudadanos de los países desarrollados consumimos 50 veces más energía, en su mayor parte (cerca del 85%) proveniente de combustibles fósiles. Hemos empleado esta energía para viajar cien veces más rápido que en las sociedades ancestrales, para dotarnos de armas que son miles a millones de veces más destructivas y para aumentar por un factor casi infinito la información.

Proyecciones al alza

La civilización se ha desarrollado dominando los recursos de la Tierra, aunque hoy sabemos que esto plantea el coste del crecimiento en un planeta finito, y que este es alto: contaminación de la tierra, aire y agua, pérdida de biodiversidad y niveles crecientes de dióxido de carbono en la atmosfera.

La mayoría de las proyecciones predicen la continuidad del crecimiento, tanto económico como demográfico, ignorando la realidad biofísica de unos recursos limitados. Muchos expertos hacen hincapié en que el uso eficiente de estos permitirá el crecimiento sin aumentar el consumo de energía. Ciertamente, la eficiencia energética ha ido aumentado a lo largo de desarrollo de la humanidad. Por ejemplo, en la actualidad, la agricultura extrae 10 veces más energía alimentaria de cada parcela de tierra de lo que sucedía hace un siglo. Pero esta multiplicación del rendimiento ha requerido incrementar por un factor de 90 el 'input' de energía –para la producción de fertilizantes y otros productos químicos, para el uso de maquinaria agrícola y para el riego–. De hecho, cuando se considera esta particularidad, el relato de la historia de la eficiencia experimenta un vuelco inesperado: la realidad es que hoy empleamos más energía por cada unidad de alimento producida.

Además, en un planeta abarrotado, el desafío de alimentar a la población se aborda principalmente utilizando más y más tierra. Un informe del 2019 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (Climate Change and Land) indica que los seres humanos han modificado más del 70% del territorio libre de hielo del planeta, en su mayor parte para usos agrícolas y ganaderos. A medida que los pastizales, humedales y bosques se convierten en áreas agrícolas, la tierra ya no está disponible para almacenar carbono o para sustentar la biodiversidad propia de las áreas naturales salvajes.

Ciertamente, la historia humana es una historia de innovación y de una mayor eficiencia, pero también de un <strong>agotamiento implacable de los recursos de la Tierra.</strong> ¿Existe un camino hacia la prosperidad y el bienestar que no dependa o conlleve un consumo excesivo? Quizá, pero no sobran los motivos para ser optimista. No hay soluciones simples para conciliar el creciente consumo de nuestra especie con un futuro viable.

Podemos intentar usar ecuaciones simples para modelizar el crecimiento y representar sus resultados mediante gráficos o curvas, pero la historia muestra cómo a la hora de predecir el futuro tales modelos han fallado repetidamente. A fin de cuentas, no podemos olvidar que, bajo las suposiciones y asunciones teóricas de cualquier modelo, siempre subyacen los principios energéticos, físicos y/o biológicos, como es el caso de la ley de la conservación de la energía, la limitación de recursos del planeta y las restricciones sobre cómo tales recursos pueden transformarse para uso humano. Sobre estas bases, no existen dudas de que no podemos continuar añadiendo a la población mundial 2.000 millones de personas cada cuarto de siglo.