Opinión | Editorial

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El duro diagnóstico de Messi

Serán necesarios cambios de calado en el Barça, pero iniciar una voladura incontrolada a tres semanas de la Champions es poco razonable

Messi y Setién, en el Barça-Osasuna del Camp Nou.

Messi y Setién, en el Barça-Osasuna del Camp Nou. / periodico

Las declaraciones realizadas por Leo Messi tras el último fiasco del FC Barcelona y el adiós matemático al título de Liga desbordaron ampliamente su condición de discurso protocolario de admisión de la derrota para convertirse en un lacerante testimonio de la desorientación y el pesimismo que se han instalado en los diversos estamentos del club azulgrana. No es esta la primera ocasión en que el capitán se erige en portavoz de un estado de ánimo refractario a algunas de las decisiones tomadas por la directiva de la entidad (su insistencia en señalar que «desde enero» las cosas han ido mal no deja dudas respecto a la opinión que le merece la presencia de Quique Setién en el banquillo), pero esta vez el astro argentino dio un paso más y, después de reconocer que en estas últimas semanas el equipo se había visto superado en intensidad y ganas por los rivales, reclamó con énfasis «una autocrítica global».

Una autocrítica que debe hacerse tanto en los despachos de Arístides Maillol como en los vestuarios de la Ciutat Esportiva Joan Gamper y a la que no puede ser ajeno el propio Messi. El fracaso, por ahora, de la presente temporada es la consecuencia de una política deportiva errática llevada a cabo en un contexto de descrédito institucional, y el presidente Josep Maria Bartomeu deberá responder por ello, pero es también el justo castigo al irregular desempeño de unos jugadores que demasiado a menudo se han escudado en los laureles pasados y en el prodigio semanal de Messi para administrar sus esfuerzos. Que el capitán hable ahora de falta de intensidad es una imputación en toda regla que no hay que pasar por alto.

Pero el curso aún no ha terminado. Dentro de tres semanas, el Barça se reencontrará con la Liga de Campeones y, pese a que los presagios son ahora mismo más bien funestos, todas las opciones están intactas. Es indudable que para afrontar con ilusión y garantías la próxima temporada serán necesarios cambios de calado, pero iniciar en estos momentos una voladura incontrolada suena poco razonable. Parece más sensato escuchar con atención lo que dice el mejor jugador del mundo y, a partir de ahí, buscar el modo de enderezar el rumbo para intentar ponerle el mejor broche posible en la Champions a un ciclo glorioso que se aboca a su final.