MIRADOR

Liderar la pureza

Puigdemont se ha revestido de dos capas: la guerrera de Sant Jordi y la de la Inmaculada

Carles Puigdemont llega al juzgado de Bruselas donde se celebra una audiencia sobre una nueva orden de detención europea, el pasado 23 de junio

Carles Puigdemont llega al juzgado de Bruselas donde se celebra una audiencia sobre una nueva orden de detención europea, el pasado 23 de junio / periodico

Xavier Bru de Sala

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Cuando arraigan en el viento de los sentimientos, los partidos son efímeros y no disponen de capacidad de maniobra. En cambio, los que penetran a fondo en el humus social se pueden inclinar hacia donde les convenga según las circunstancias sin sufrir demasiado. En el mejor de los casos, los primeros pueden cobrar la fuerza de un huracán pero luego se disiparán, cuando llega la calma, más aún si se han creído que ellos eran la causa, el huracán, y no su efecto circunstancial. Que el desastre posterior al 1-O del 2017 provocara una airada reacción del independentismo en favor de Puigdemont no significa que, pasados los años y constatada la persistencia del impasse, baste soplar desde Bruselas para que el estado de ánimo del electorado reavive con la misma intensidad y en la misma dirección.

Rojo sobre azul, a fin de galopar con más empuje. Para convencer a su posible aunque cada vez más improbable electorado, Puigdemont se ha revestido no con una sino con dos capas. La guerrera de San Jordi y la inmaculada, supongamos que con minúscula, de la Inmaculada por antonomasia. En principio, la combinación puede no ser mala. En el interior no quedan líderes disponibles y en cambio campan los traidores de todo tipo y condición, tanto los que proclaman la rendición como los que no renuncian a los objetivos pero van pasito  a pasito.

El problema gordo de estos días para los herederos de CDC y los jaleadores del ventarrón de la pureza que debe depositar el país en lo alto de la 'estelada' es que para hacer creíbles las dos capas de Puigdemont es imprescindible separar el grano de la paja. Los liderazgos fuertes exigen obediencia, entusiasmo, convicción. El azul de la pureza es tan delicado que con cualquier mancha pierde su milagrero encanto. Pero he aquí que Puigdemont choca con los suyos, y choca precisamente por la doble razón de que pretenden tener voz propia y porque prefieren el pragmatismo a la levitación. Palos en las ruedas. Contestación de 'arturmasistes' y 'exmartapascalistes' en vez de pleitesía y besamanos. Traidores desenmascarados.

La única forma de que el pulso actual no acabe en ruptura no es la total sumisión y el público arrepentimiento de Bonvehí y los alcaldes que representa, sino una mutua cesión en bien del interés que recomienda suma en vez de división. Ahora bien, una vez establecido que el PDECat está podrido por el verme de la adaptación a las circunstancias, teniendo en cuenta que el enemigo a batir es ERC y que los colores de quien ha de llevar a cabo la proeza son el rojo del liderazgo y el azul de la pureza, ya me dirán cómo lo piensan hacer, aunque Puigdemont lograra enderezarse sobre la montura del salvador caballero Sant Jordi, para ocultar que la capa azul celeste abriga no pocos relapsos de la misma calaña que Junqueras.

Se puede haber perdido liderazgo y disimular. En cambio, o se es inmaculado, y por lo tanto se expulsa a los que no están dispuestos a desafiar al Estado, o su compañía, en este caso la presencia en puestos de la lista electoral de los puros, desautoriza y rebate el gran argumento de Puigdemont.