Opinión | EDITORIAL

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El doble reto de la UE

Los Veintisiete se juegan la credibilidad del proyecto europeo en la negociación del presupuesto y del fondo de recuperación por el covid

El presidente español, Pedro Sánchez, y el francés, Emmanuel Macron, antes de comenzar su reunión para preparar la cumbre europea, este miércoles en el Palacio del Elíseo

El presidente español, Pedro Sánchez, y el francés, Emmanuel Macron, antes de comenzar su reunión para preparar la cumbre europea, este miércoles en el Palacio del Elíseo / periodico

Antes de que estallara la crisis del covid, la Unión Europea (UE) ya tenía ante sí un gran reto: pactar el primer presupuesto a siete años 'posbrexit', sin la aportación del Reino Unido, contribuyente neto. Cómo encajar la ausencia británica y al mismo tiempo mantener pilares presupuestarios de la UE como la política agraria y los fondos de cohesión eran de por sí tareas muy complejas en un momento en que la construcción europea –como idea, como proyecto y como impulso ilusionante– no pasa por el mejor de su momentos.

Pero llegó la pandemia del coronavirus, y lo que entonces era un reto fenomenal se ha convertido en un doble desafío, pues al pacto presupuestario se le ha añadido la necesidad de acordar un fondo de recuperación para los países más castigados por el coronavirus. Si un presupuesto es la plasmación de un programa de Gobierno político, el fondo poscovid se ha convertido en algo más que un crucial plan de recuperación económica: es el termómetro de en qué momento se encuentra la cohesión del proyecto europeo y de si se han aprendido las lecciones de la anterior crisis. Si una de las consecuencias políticas de la última depresión fue el crecimiento de los populismos  de toda condición en el continente y del euroescepticismo (cuando no directamente de antieuropeísmo), no es aventurado afirmar que parte de la credibilidad del proyecto europeo se juega en cómo se resuelva el fondo de recuperación.

Ante la crucial cumbre de mañana, el presidente español, Pedro Sánchez, continuó ayer su gira por diversas capitales europeas. Junto a Italia y Portugal, España forma un frente común que no solo busca unos fondos económicos imprescindibles para la recuperación, sino hacer entender a los socios más reacios al fondo (los autollamados frugales) de que no se trata de poner precio a la solidaridad europea, sino de aplicar un principio de reciprocidad. Cierto es que las economías española e italiana, por poner dos ejemplos, han sido muy castigadas por el virus. Pero también lo es que, con un sur sumido en la depresión económica, el mercado común perderá a millones de consumidores de productos que llegan del norteAsí lo entienden Angela Merkel y Emmanuel Macron, más allá de principios políticos como la construcción europea.

Sánchez admitió ayer que el frente del sur tendrá que hacer renuncias en sus posiciones para alcanzar un acuerdo. Es una actitud más constructiva que la postura mucho más dura de la que hace gala, por ejemplo, Holanda. Es comprensible la prudencia de los países del norte y algunas de las condiciones que quieren imponer al fondo de recuperación, pero en el debate de fondo exigencias como una condicionalidad desproporcionada al estilo troika y la insistencia en los créditos por encima de las ayudas directas no contribuyen a encontrar un punto de encuentro. La construcción europea es la historia de una negociación interminable, y hasta ahora no puede decirse que el balance sea negativo, pero no hay acuerdo fructífero sin compromisos ni consenso en unos principios básicos. En este caso, los de la construcción europea.