MIRADOR

Ni caso a Madrid

Iñigo Urkullu, tras conocer los resultados de las elecciones del pasado 12 de julio, en las que salió reelegido.

Iñigo Urkullu, tras conocer los resultados de las elecciones del pasado 12 de julio, en las que salió reelegido. / periodico

Javier Aroca

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La pregunta que todos nos hacemos es si los resultados de las elecciones en el País Vasco y Galicia son trasladables. A la espera de mejor criterio demoscópico y politólogo,  mi opinión es que no. Porque solo hay un PNV y un partido de Feijóo; porque solo hay un pueblo vasco y solo uno gallego.

Conclusiones, alguna tendencia,  sí se pueden sacar. La  primera  es la mirada equivocada a todos nosotros, los periféricos, desde Madrid, incluida la prensa, imbuida de ese 'espíritu gatocentrista'. Si algo demuestran las recientes elecciones, incluso en tiempos de pestes, es que la opinión y el voluntarismo publicado de la corte no importan; si me permiten diría hasta que resbala.

Desde Euskadi y Galicia se ha votado a la vasca, a la gallega. Ello significa que por muy voluntarioso que sea el empeño capitalino, la España real es plural y plurinacional. En los dos territorios convocados a comicios, el resultado ha sido sui generis , es decir  , nada que ver  con  la visión que se tiene en la meseta de cómo ha ser el Estado español. No  es   como lo imaginan y manosean  desde  la corte.

Resistencia a la extrema derecha

Nada nuevo en los ganadores, mucho nuevo en los perdedores, sean oposición o no. El PNV y el partido de Feijóo son partidos asentados en sus territorios y expresan visiones conservadoras utilitarias que no tienen correspondencia con el PP de Casado, prueba de ello es la resistencia a la extrema derecha. El caso de Álava es singular. Fue la provincia leal a Franco, se salvaguardaron los derechos de sus élites; siempre hay un reducto que se manifiesta en términos ultraconservadores, hoy,  con Vox, antes, con UPYD.

El voto de la izquierda que un día se fue del PSOE no tiene 'animus revertendi', es decir, no piensa volver. Si no están conformes con el liderazgo de Pablo Iglesias o con su gestión, no van a volver al socialismo, tienen un refugio y una nueva interpretación de sus realidades sociales e identitarias en los partidos emergentes, como BNG y Bildu. Ambos con una capacidad de reconstrucción de sus posibilidades en el actual marco legal que está desconcertando al resto de la izquierda.

Ni Unidas Podemos, muy madrileña, ni el PSOE, por lo mismo, están siendo capaces de entender lo que pasa en las periferias. En el caso de los socialistas, que solo resisten, el rechazo no creo que sea tanto por su mala gestión como por la desconfianza en una organización que tiene muchos perfiles y servidumbres. Un PSOE, llamémoslo del exterior o extravagante, con sus barones, gurús descolocados y profetas del tiempo pasado en clave de chocheo. Podemos fue un  autobús de la ilusión en el que se montaron en marcha alternativos de todo rango;  descartadas algunas expectativas personales, el autobús empieza a vaciarse.

El espejo de otros PP

La otra pregunta es si Feijóo jugará en Madrid. No es la primera vez y siempre ha sido 'no'. En todo caso, Feijóo es el espejo para otros PP. La FAES, Aznar, Casado, Cayetana, Maroto representan una versión extemporánea de una derecha que tiene que homologarse. Feijóo, espejo; PNV, espejo, tal vez de Catalunya y sus vaivenes.

Nada ha cambiado demasiado pero sí se ha falsado, otra vez, la visión que desde Madrid se tiene de España. El  Gobierno español no puede seguir mirando como si nada ocurriera: el partido de Feijóo, PNV, BNG y Bildu no son  minorías desdeñables. 

Ciudadanos también se presentaba.