ANÁLISIS

Un Barça al que no le aguanta la batería

Setién y Messi, en Valladolid.

Setién y Messi, en Valladolid. / periodico

Albert Guasch

Albert Guasch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El Barça vive al día. Unas veces lleva billetes. Otras, calderilla. Ante el Villarreal se comportó como un potentado. Ante el Espanyol, como un pordiosero. Nunca se sabe con el equipo azulgrana. En general, desde el confinamiento, se le ha visto con un aspecto descuidado.

Quique Setién se puso creativo en Valladolid y dio a sus jugadores un rediseño de estilo. Imagen nueva. Y cabe decir que tuvo una pinta resultona en la primera parte. Aspecto de pudiente. La presión era intensa, el movimiento del balón, sin ser supersónico, fue ágil y no concedió apenas contragolpes como en anteriores citas. Luego, una vez más, se le corrió el maquillaje y se le manchó el traje.

Es como un patrón que se repite. Empieza el Barça sólido como un bloque de hielo pero, como afectado por el calor, gotea y se deshace al pasar el tiempo. Es el golpe creativo que tiene pendiente de encontrar Setién. Falla la refrigeración. Cuántas costalazos, cuántos rotos, habría que narrar de no ser por Ter Stegen. Quizá pasa factura la acumulación de partidos. La conclusión es siempre la misma: la batería del equipo no aguanta 90 minutos. Llega hasta donde llega. Incluso un rival menor como el Valladolid lo deja vacío y desorientado a mitad de camino. Suerte de marcar en la primera parte. 

Griezmann no cambia

Si preocupa la falta de resuello no es por la Liga. Ya hace días que todo el mundo da por extraviado el título, aunque no deba confesarse bajo ningún concepto. El sorteo de la Champions de esta semana nos recordó que nada importa más que el partido de vuelta ante el Nápoles y, si sale una noche inspirada en el Camp Nou, la fase final de Lisboa. Lo de ayer, lo que viene, sirva para evitar regalos al Madrid y sobre todo hallar la vestimenta idónea para Europa.

Lo que no cambió fue el rendimiento de Antoine Griezmann. Insatisfactorio a más no poder. Su hermano, aquel que le entran ganas de llorar cuando el francés sale en tiempo de descuento, prometió regalar camisetas si el señor de los confetis marcaba un gol. Acumula stock. Antoine tuvo un par de ocasiones. En una demostró que aún juega bajo el influjo de Messi: con el rosarino a su vera, dudó cuando debía centrar y dudó cuando debía chutar; en la otra, se le hizo un embarazoso nudo en las piernas. Bien podría haberse hecho ahí las molestias por las que pidió el cambio.

Cada jornada acude a un juicio rápido y casi nunca merece la absolución. Un fichaje mal pensado, se mire como se mire. Suárez, inspirado en el remate en los últimos partidos, observó de soslayo y el ceño fruncido desde la grada, mordiéndose las uñas, el error más flagrante. La cámara lo enfocó en un excelente timing de la realización. Suárez aportó poco en la segunda parte, cabe decir. Como los demás, necesitados todos de un buen cargador de electricidad.

"Los jugadores llevan mucha tralla", excusó Setién tras el partido. La llevan. Como todos los equipos. Pero al Barça se le nota más que a ninguno. Descamisado y contra las cuerdas siempre, solo Ter Stegen guarda la apostura. Para morderse las uñas.