Análisis

Los cimientos de Europa

Un hombre con mascarilla, ante la sede de la Comisión Europea, en Bruselas.

Un hombre con mascarilla, ante la sede de la Comisión Europea, en Bruselas. / periodico

Rafael Vilasanjuan

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No es solo cuestión de dinero. La Unión Europea necesitaba reconstruirse mucho antes de la llegada del covid-19. Antes incluso de la tormentosa salida británica, el camino a recorrer para alcanzar el destino compartido tenía demasiados obstáculos. La respuesta a la crisis económica de los países del sur -segunda residencia de la mayoría de los del norte- o más recientemente la llegada de los refugiados sirios son ejemplos del abismo que separara a unos y otros, en una casa donde se van alzando paredes sin saber si los cimientos aguantan. Necesitábamos un proyecto de reconstrucción previo, pero el <strong>coronavirus</strong> ha puesto todo patas arriba de tal manera que ahora ya no solo es ineludible para que el proyecto común se sostenga, además es urgente.

El fondo de reconstrucción es la piedra angular y es el <strong>gran reto</strong> al que la<strong> UE</strong> tiene que dar respuesta el próximo fin de semana. La presión durante estos días va a ser tremenda. Lo que en principio se plantea como un ejercicio de solidaridad, va mucho mas allá: invertir y destinar recursos en proporción a los daños que ha causado la pandemia obedece a una lógica de mercado y beneficio común. Pero a una semana vista de acordar el presupuesto para los próximos años y el paquete de reconstrucción, de momento no hay nada cerrado.

Visto desde aquí, y para evitar dudas de regreso a la caverna, Europa no solventará todos los problemas, pero sin ella estamos hundidos. Sin un gran acuerdo para emerger del destrozo económico y social de la pandemia, el problema no será solo de los países más afectados, entre ellos España, Italia y en menor medida Francia, sino que lo será de todos.

Derechos democráticos

No es solo dinero, la pandemia ha puesto en evidencia principios tan fundamentales como el marco de derechos democráticos en países como Hungría que, con la excusa del coronavirus, ha entregado a su autoritario presidente Víctor Orban el derecho a legislar por decreto sin fecha de caducidad, ni necesidad de atender a los principios democráticos de pasar por el Parlamento y negociar. En muchos otros países, mientras, el sentimiento antieuropeo crece entre radicales ultranacionalistas. La salida a esta crisis va a ser utilizada, sin duda, por muchos de ellos para arañar voto escéptico.

La crisis afecta además a divisiones internas no solo entre el norte y el sur, sino también entre los países grandes y los mas pequeños. La rebelión de estos últimos ha entregado el poder del Eurogrupo -el único puesto que se otorga dando el mismo peso al voto de Alemania que al de Malta- a un ministro de un país que mantiene un régimen fiscal insolidario con el resto. En un momento crítico de negociación, es un síntoma de lo que puede venir. Afortunadamente, Alemania preside el Consejo Europeo hasta final de año. Ángela Merkel, una vez más, emerge como la figura mas destacada del panorama político. Es consciente de la importancia de que el fondo sirva para reconstruir Europa sin ataduras imposibles. Ojalá también el paso previo para reforzar los cimientos.