El fracaso del VAR

El presidente del FC Barcelona  Josep Maria Bartomeu  durante la presentacion del lituano  Sarunas Jasikevicus  como nuevo entrenador del conjunto azulgrana

El presidente del FC Barcelona Josep Maria Bartomeu durante la presentacion del lituano Sarunas Jasikevicus como nuevo entrenador del conjunto azulgrana / periodico

Sònia Gelmà

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Los escépticos sonríen, porque ellos ya lo dijeron. Porque quién no quiere tener razón. Me cuento entre ellos, pero no lo celebro. La tecnología es la vía que ayudará a los árbitros a equivocarse menos y la dirección por la que debe caminar este deporte, pero el sistema debe replantearse. Ahora mismo, para la mayoría de equipos, el uso del VAR desconcierta, desorienta y solo genera confusión.

Resulta difícil objetivar un juego lleno de matices y ante esa dificultad, la primera directriz fue que el VAR interviniera lo menos posible, el famoso criterio de limitarse a errores «claros y manifiestos». Se trataba de eliminar de nuestro imaginario el escándalo: que un balón que entra un metro dentro de la portería fuera gol, que una falta un metro fuera del área no fuera penalti, que no se marcaran goles con la mano.

Pero una vez se puso en marcha el invento, la tentación de pitar el partido por la televisión fue cada vez mayor, sobre todo porque la presión de los clubs también lo demandaba. Y así, el monitor se fue haciendo un poco más grande, hasta el punto en que lo claro y manifiesto ya no es blanco ni negro, ahora es gris.

El listón según el cual actúa el VAR va subiendo y bajando no ya en cada jornada, sino dentro de un mismo partido. Ya no hay tierra firme bajo cualquier decisión. El uso ha pasado a ser discrecional y en cuanto la corrección de errores se convirtió en aleatoria dejó de ser justa.

Una pausa y una reflexión

El sistema necesita una pausa y una reflexión y, ya que se ponen, miren también aquello en lo que acierta como un robot: traicionaría menos la esencia del fútbol si tuviera en cuenta el espíritu del reglamento. El fútbol se juega en los patios, y no con un compás. Por ejemplo, el mérito que le supone a un portero, siempre en desventaja, la parada de un penalti no debería ser castigado con la repetición porque su pie izquierdo esté un palmo por delante de la línea. Pero ese nivel de debate llegará cuando se superen las discusiones de parvularios.

Se salvó la salsa del fútbol, que le dicen, por muy cansina que sea. Y, sobre todo, las coartadas para los que ya va bien desviar el foco. Ahora es el Barça, pero hace unos meses era Butragueño el que iba detrás de Mónica Marchante para decirle que el VAR no se estaba utilizando como tocaba. Bartomeu se presenta en Villarreal para decir aquello que le reclama su masa social, mientras hace unos meses era Florentino el que cogía el móvil para reclamar a Rubiales que hiciera algo con ese cacharro del demonio que no acertaba lo que tenía que acertar.

El VAR resulta útil como arma arrojadiza cuando conviene. El instrumento quizás aún no estaba preparado y, por descontado, tampoco el mundo del fútbol.