Dos miradas

Estallar de risa

Dicen que es mejor hablar bajo y no reír en exceso o, en todo caso, en la misma línea preventiva, hacerlo por lo bajinis, con discreción. Así, las moléculas del virus no se extenderán demasiado

Un restaurante de Bangkok coloca muñecos en las mesas para que se respete la distancia social

Un restaurante de Bangkok coloca muñecos en las mesas para que se respete la distancia social. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Tenía una amiga que reía a carcajadas, ruidosamente, con una intensidad desbocada y con unos agudos que llamaban mucho la atención. Era imposible no oir su risa desmedida, aunque estuvieras en las antípodas. Reía mucho, casi enloquecida. Leo ahora las recomendaciones de los expertos sobre los encuentros con amigos. Dicen que es mejor hablar bajo y no reír en exceso o, en todo caso, en la misma línea preventiva, hacerlo por lo bajinis, con discreción. Así, las moléculas del virus no se extenderán demasiado. Entiendo <strong>las medidas de precaución y la necesidad de establecer barreras, </strong>pero, al mismo tiempo, me cuesta mucho imaginar que haría mi amiga si se viera obligada a la contención de su risa.

La consecuencia de estos consejos es que, en general, todo será muy civilizado y mortecino. Las conversaciones subidas de tono o los exabruptos en el discurso dejarán paso a la reflexión pausada y a la controversia bizantina. Los chistes, los aplaudiremos como si fuéramos 'noucentistes'. Y quien, como mi amiga, no pueda reprimir la euforia, deberá pedir permiso para retirarse a un rincón y, en solitario, estallar de risa. O, en una disputa, repartir los argumentos en una hoja volante.