CIENCIA

Telecongresos

Los últimos meses han supuesto un cambio de paradigma en la comunicación científica, un sector que ha apostado por formas innovadoras para seguir compartiendo la información

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Manel Esteller

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El investigador mira su agenda. Muchas fechas están ya tachadas, eliminadas… como si nunca hubieran existido. Parecen pasadas por el vergonzoso tamiz de la censura. Algunos días un poco alejados, hacia el otoño y algunos aún más distantes, en invierno, resisten. Pero su resistencia no está claro si va a ser efectiva. El investigador las repasa con desidia, con cierta desazón. Solo una breve sonrisa se esboza en aquellas citas donde ha anotado: "Trasladada a abril del próximo año". Cuando la caja de Pandora se abrió y de ella salieron todos los males del mundo, solo una cosa quedó. La esperanza. Esa pequeña joyita. "Mi tesoro", como diría Gollum. Y a la misma se aferra el investigador. A un futuro más libre y limpio donde reencontrarse con sus colegas de profesión y intercambiar de tú a tú nuevas ideas.

Los últimos meses han supuesto un cambio de paradigma en la comunicación científica asociada a los congresos y seminarios. El coronavirus se ha llevado por delante a muchos de los mismos. Y se han buscado nuevas formas que no sabemos si vienen para quedarse o solo están de paso. Todos los grandes 'meetings' internacionales a los que asistían miles de científicos se han cancelado. Pero formas innovadoras de seguir compartiendo la información se han abierto paso. Por ejemplo, el congreso de la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer (AACR) se ha desarrollado de forma virtual y ha sido un éxito de seguimiento en la red. Personas que por el coste económico de ir a San Diego u Orlando no podían asistir al mismo ahora han podido conectarse desde su ordenador. Y la mayoría de charlas quedan colgadas en la red por si se quieren repasar o recuperar semanas o meses más tarde. No obstante ese acercamiento personal entre investigadores con objetivos comunes, ese 'human touch' como diría Bruce Springsteen, es difícil de imitar. Siempre es agradable encontrarse en la cola de la hamburguesería a uno de los padres de la inmunoterapia y aprender un poco de las intimidades del acto del descubrimiento.

Menos reuniones inútiles

Hoy en día, hay muchos proyectos que se realizan en forma de consorcios internacionales debido a que es necesario combinar distintas áreas de experiencia y tener un buen número de nuestras biológicas o pacientes, si hablamos de ensayos clínicos. Pues también las reuniones de seguimiento de los mismos han pasado a formato 'on line'. Y todos nos vemos en pequeñas pantallitas. Como si fuéramos personajes de la novela '1984' de George Orwell o del programa de televisión 'Gran hermano', que en el fondo es lo mismo. En algunos casos esto ha supuesto una mejora y nos ha evitado alguna reunión administrativa que tenía poca pinta de ser útil. En este sentido, ojalá la pandemia sirva para parar los pies a aquellos que han desarrollado su carrera profesional a base de hacer reuniones y cenas. Lamentablemente, no creo que sea así. Solo están hibernando, prestos a que amaine la tormenta para volver a reunirse. Sobre la reunión como fin en sí mismo hablaré otro día.

Han tenido mucho éxito los seminarios individuales impartidos por destacados investigadores, iniciativa que han seguido muchos centros del mundo, entre ellos nuestro Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras (IJC). Si de forma presencial a veces representaba un esfuerzo ir a los mismos, la conexión remota ha permitido que se haya seguido desde Estados Unidos, el Reino Unido o Holanda, un seminario organizado por un grupo de Vall d'Hebron o de Badalona. Si además dichas conferencias son grabadas y se ponen a disposición pública en la red, añadimos otra característica positiva a este formato. Desde una perspectiva personal, las conferencias virtuales me parecen que han servido también para humanizar a los 'speakers'. Cuando el científico nos explica algo importante y a la vez técnicamente complejo, no podemos a veces evitar observar los libros de la estantería posterior o el motivo del cuadro de la pared. Y entonces nos sentimos más cercanos a ellos porque nos recuerdan a nosotros mismos.

Entre las cosas tristes, destacar que las tesis doctorales se han tenido que leer y defender solo en formato 'on line'. Y en un ambiente mediterráneo como el nuestro, donde dicho acto más que una evaluación es la celebración de una trayectoria, se ha privado a algunas familias de un día importante que les representaba una gran alegría. La ilusión de ver cómo aquel niño que no sabía ni caminar empieza a dar sus primeros pasos en la carrera científica. Seguro que pronto nos veremos todos otra vez.

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