La oposición invisible

En Catalunya, el presidente reconoce que su proyecto político está agotado y la líder de la oposición no quiere elecciones

La líder de Cs en Catalunya, Lorena Roldán, el pasado octubre, en un pleno del Parlament.

La líder de Cs en Catalunya, Lorena Roldán, el pasado octubre, en un pleno del Parlament. / RICARD CUGAT

JOSEP MARTÍ BLANCH

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Hay un lugar en el mundo en el que paradójicamente el presidente del gobierno reconoce que el proyecto político de su ejecutivo está agotado y la respuesta que se escucha por parte del líder de la oposición es que no es el momento de convocar elecciones porque hay asuntos más importantes que tratar. El lugar es Catalunya y la jefa de la oposición Lorena Roldán, lideresa de C’s, el partido que ganó los últimos comicios al Parlament con Inés Arrimadas como cabeza de cartel y embolsándose treinta y seis diputados en el hemiciclo.

Como quiera que en estos momentos hay 'sets' de rodaje más vistosos que el del partido naranja -narrativamente son mucho más interesantes las guerras civiles que se viven en el independentismo entre 'junteros' y republicanos por un lado, y entre 'junteros' y 'pedecateros' por otro- nadie se toma muy en serio ni presta demasiada atención a la desaparición fáctica del primer partido de la oposición.

C’s obtuvo un millón cien mil votos en las elecciones de diciembre de 2017 y acertar el motivo por el cual su actual jefa de filas muestra tan poco entusiasmo ante las inminentes elecciones que Quim Torra convocará en breve es tan sencillo como adivinar de qué color era el caballo blanco de Santiago: la mayoría van a esfumarse.

Candidaturas conjuntas

De ahí que anden los naranjas tan flojos de espíritu y no dejen de escucharse los tambores de candidaturas conjuntas con el PP o la recuperación de la colaboración con Manuel Valls, ya ensayada en el Ayuntamiento de Barcelona y que acabó como el rosario de la aurora.

Los comicios en Galicia y el País Vasco (donde acude en coalición con el PP) no van a proporcionar a C’s ninguna alegría, más bien todo lo contrario, y a pesar de las diferencias con Catalunya, que pervierten la comparación, no harán otra cosa que ratificar el relato de que los naranjas siguen deshaciéndose como un azucarillo en cada taza de café electoral que se sirve. Y la próxima, bien cargada, es en Catalunya.

Un posible acuerdo en Catalunya con el PP, liderado por el tarraconense Alejandro Fernández, pasará por lo que anticipen las encuestas y lo que dictaminen las direcciones estatales de ambas formaciones. Fernández ha enfriado siempre que ha podido el escenario de una coalición electoral con C’s y es patente que su verdadera ambición es poder sacar a su formación política de la marginalidad presente, con cuatro escuálidas actas de diputado en el Parlamento, cosa que sólo es posible mordiendo la naranja de C’s.  

Los votos de C’s tienen otros pretendientes, más allá de lo que acabe sucediendo con el PP. El PSC sueña con convertirse en el ganador de las próximas elecciones, también a cuenta de morder la naranja de Inés Arrimadas. Si C’s se impuso en las últimas elecciones catalanas convocadas directamente por Mariano Rajoy tras aplicar el artículo 155, los socialistas de Miquel Iceta confían ahora en que la estrategia de Pedro Sánchez de desinflamar el conflicto y canalizarlo a través de una negociación, que en la práctica aún está por empezar, visualicen que la mejor defensa de España en Catalunya es el principio de moderación en las formas sin alterar en demasía el fondo.

El tercer aspirante a recoger sobras de C’s, si finalmente consiguen poner en pie una candidatura, sería el regionalismo de La Lliga-Lliures, que también tiene decidido que su caladero, caso de existir, está entre los votantes más centrados de Inés Arrimadas y no entre los soberanistas que ahora apuestan por el principio de realismo.

Ante tanto rapaz esperando en la puerta no es de extrañar que el principal partido de la oposición se comporte como una formación invisible y que, lejos de ver las elecciones como una oportunidad, las observe, no ya como una amenaza, sino con el pavor propio de quien anticipa un certificado de defunción.

El manual de la política establece un sistema de vasos comunicantes en los que a un gobierno afianzado y fiable le corresponde una oposición con problemas para consolidar una alternativa. Y al revés. Un gobierno en descomposición, o sin recorrido político (por utilizar las palabras de Quim Torra), acostumbra a poner fácil la construcción de un liderazgo alternativo que normalmente corresponde al jefe de la oposición.

El 'procés' vino a alterar también esta regla no escrita de la política, consiguiendo que ni el gobierno, ni el principal partido de la oposición tengan ya recorrido político. No está claro que las elecciones vayan a cambiar esta realidad. Dependerá, en primer lugar, de cuales sean las ofertas programáticas -entendibles- de unos y otros. Y de eso aún no se ha escuchado ni una sola palabra. Tampoco es seguro que vayamos a oírla en el futuro más cercano.

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